De goleadas y records



Para ponernos en situación, transcribo dos noticias del diario Clarín, la primera del martes 10 de abril y la segunda del domingo 15 de abril de 2001:
«Con los 22 goles convertidos en Coffs Harbour, 400 kilómetros al norte de esta ciudad, Australia quebró la marca (19-0) que Irán había logrado en noviembre, también por eliminatorias, ante Guam. Además, este 22 a 0 dejó atrás el 20-0 con el que China había vencido a Bután en la clasificación a la Copa Asiática 2000.»
«Australia volvió a ganar por las eliminatorias mundialistas. Venció a Fidji apenas por 2-0, con goles de Corica y Foxe. Los australianos venían de dos récords: 22-0 a Tonga y 31-0 a Samoa, y están clasificados para la ronda final de Oceanía.»

Creo que habría que introducir en las competencias oficiales esa cláusula contra la humillación y el ensañamiento que era la regla del “siete a cero zapatero” que usábamos en los potreros. Hecha la moción, empiezo con los divagues.

a) Imaginemos la televisación en directo de Australia-Samoa. Del juego vemos muy poco: la repetición de cada gol –si no es interrumpida– tapa la jugada del gol siguiente. Y en el noticiero de la noche el resumen del partido, con todos los goles, se acerca como hasta ahora ningún otro a un resumen funesco, que es el que dura tanto como el partido mismo (recordemos que Funes tardó un día en recordar un día de su vida).

b) En general, el resultado de un partido es un buen ejemplo de la contingencia: fue ese, pero podría haber sido algún otro. Pensemos en un 0-0, 1-0, 5-4, 7-1. En el 22-0 y en el 31-0, la contingencia persiste todavía, pero relegada a la primera mitad del resultado: fue 22, pero podría haber sido 6, 15 ó 31 (como lo prueba el record siguiente). Pero el número de la segunda mitad de una goleada hiperbólica parece necesario. A la desigualdad abismal que reflejan esos resultados le conviene mucho más un 31-0 que un 31-1 o un 31-2; creo que es claramente inverosímil que un equipo meta un gol si pierde por más de 20 de diferencia (descartemos alteraciones excepcionales en el desarrollo del partido). Y desembocamos entonces en otro ejemplo del argumento del montón (o sorites): ¿a partir de qué diferencia es verosímil no encontrar un cero en el lado perdedor? Se han visto 8-1, 9-1; podemos empezar a dudar con 10 ó 12 a 1; estamos casi seguros que no podría darse un 15-1; 22-1, seguro que no. ¿Dónde hacer el corte? ¿Cuándo se pasa de un necesario 0 a un posible 1?

c) No sé cómo salió el partido entre Samoa y Tonga, pero ¿no sería un absurdo monumento a la lógica, una rigidez excesiva de las proporciones, un golpe a la preciosa imprevisibilidad del fútbol, que ese partido lo hubiera ganado Tonga 9 a 0? ¿Y les habrá ganado Fidji 20-0 a Tonga y 29-0 a Samoa? Tal vez sólo ocurrió que Fidji supo defenderse mejor que Tonga y Samoa, y Tonga mejor que Samoa, pero las tres delanteras sean igualmente ineptas para hacer goles y los tres partidos hayan salido 0-0.

d) Contra equipos como Samoa y Tonga, el DT de Australia corta el flan con un hacha si convoca a los mejores jugadores del país. Es difícil pensar que cualesquiera once futbolistas de la primera división australiana (o nueve y dos canguros) no puedan ganarles a rivales tan generosos. Y si se mira el abismo desde el precipicio de enfrente, es muy difícil que no resulte indiferente cualquier otra combinación de jugadores de Samoa o de Tonga para enfrentar a Australia.

e) Imaginemos que la Historia Universal nos regala la unificación de Tonga y Samoa. ¿El nuevo seleccionado nacional perdería contra Australia 11+15,5= 26,5 a 0 (gol de canguro vale medio –o dos y medio, para no ofender a los canguristas de alma) ó 22+31= 53 a 0?

f) En una joda de Videomatch, al ex árbitro Guillermo Marconi se le mostraba un documental (trucho, obviamente) sobre un personaje de los ‘60 que se empeñaba en quebrar marcas absurdas. “No logró ningún record, pero nunca nadie lo intentó tantas veces como él”, terminaba diciendo la voz en off del locutor. Australia no sólo batió el récord mundial de goles en partidos oficiales: fue también el equipo que menos tardó en quebrar la marca anterior (su 22 a 0), lo cual es un record de segundo orden o un meta-record (un record acerca de records). ¿Por qué los aficionados a las estadísticas limitan al primer nivel de formación su interés por los records? Tal vez porque sientan –tal vez con razón– que las estadísticas de hechos no son insoportablemente artificiales, pero sí las estadísticas de estadísticas.

g) Supongamos que alguien no se digna a hacer un gol si no anhela (el estímulo de) la emoción que eso provoca. El deseo y la emoción del primer gol del partido son sin duda mayores que el deseo y la emoción del vigésimo. ¿Qué emoción puede quedar en el jugador que hace el gol 31? Seguramente no grita la palabra gol, tal vez ni siquiera la piensa, y acaso apenas registra el hecho. Debe llegar un momento en que la emoción que hace deseable la conquista sea tan baja que al tipo le resulte indiferente hacer o no hacer el gol, y entonces el marcador se detiene ahí. Los jugadores de Australia todavía tenían tiempo y fuerzas para hacer más goles, pero no interés; quedaron satisfechos hasta la indiferencia, que es haberse pasado de la saciedad.
¿Qué podría haber hecho que conservaran –o incluso que aumentaran– su deseo de hacer más goles? La obtención de una marca absoluta: la de una goleada perfecta (si es imposible determinarla, no lo es convenirla). El 17 de julio de 1999, el estadounidense Bill Mitchell, de 34 años, jugó en 6 horas el primer juego perfecto de Pacman de la Historia, es decir, hizo todos los puntos que se pueden hacer. ¿Qué cantidad de goles tendría una goleada perfecta?
Para terminar, imaginémonos en la piel de los jugadores de Samoa. Ellos tienen el ánimo vencido, están resignados, desconcentrados, pero tal vez no relajados: con un 0-30 tal vez siguen sufriendo, y acaso más que al principio, porque no le ven un tope a la serie, un límite al suplicio.

Hay 4 comentarios:

chicoverde
26 de septiembre de 2008, 1:17

Lei esto el otro dia y mis viajes en colectivo se nutrieron de estas cavilaciones:

e)Falacia! Si los jugadores de Tonga obtuvieron la marca menos mala, lo lógico seria que la seleccion nacional de la Republica unificada de Tongo y Samoa no pudiera recibir más de 22, puesto que el entrenador puede convocar a todos los jugadores del ex Tongo y no arriesgar al sumar a su plantel a alguno de los muertos de Samoa. Pero lo justo es que es probable que haya en alguna posicion de Samoa un jugador mejor que el que ocupa la misma en Tongo. Incluso si se da la casualidad de que la responsabilidad de los goles recayeron unicamente en 6 jugadores del combinado de Samoa y 5 de Tongo y ellos no comparten ninguna posicion en el campo de juego se podria armar una seleccion que empate 0-0 con Australia y un banco de suplentes que pierda 0-53.

g)Si suponemos que un jugador es tan hábil que puede disparar desde la mitad de la cancha y convertir todas las veces, si postulamos que los rivales son tan inhabiles que perderan el balon al primer intento de robo, y además postulamos que nadie festejará ningún gol ni hinchada alguna invadirá el campo de juego, podemos calcular un gol cada 10 segundos (1 segundo en quitar el balon al rival, 2 segundos en viajar la pelota desde el centro del campo de juego a la red, 1 segundo en escuchar el silbato del referí y comprender que ha habido un gol, 4 segundos que tardan dos ballboy en sacar la pelota del arco y tirar una nueva al centro de la cancha, 2 segundos en acomodar la pelota y en que el referi de la orden de saque del medio). Esto nos da 540 goles en los 90 minutos reglamentarios más un bonificador de 1-60 goles más en el tiempo adicional (suponiendo como máximo 5 minutos en el primer tiempo y 5 minutos en el segundo, pero francamente un referi que adicione en estas condiciones es un sádico). Es decir que en un partido de futbol pueden hacerse un máximo de 600 goles, nunca más de esta cantidad. Hay que enviar urgentemente este dato a Tongo y Samoa.

Es lo unico que leí hasta ahora zambullista, despues de los parciales te dedico otros ratos más.

saludos
anzanphp


el Zambullista
26 de noviembre de 2011, 4:20

Sobre lo que dijo chicoverde:
Te lo dije en su momento personalmente y lo repito ahora: gran aporte, chicoverde, gran aporte. Volví recién al ensayo y a tu comentario gracias a una noticia fresca que me llegó en un mail colectivo de Sandra: desde el piso del ranking de la FIFA y después de más de 30 derrotas, Samoa consiguió su primera victoria. ¿Frente a quiénes? ¡Frente a Tonga! Que sigan los records.


Anónimo
26 de noviembre de 2011, 16:45

Venía amigablemente desde el citado mail colectivo y ya me hace protestar: los puntos del canguro que valgan la mitad en boxeo, en fútbol valen doble, canejo! Invéntese otra manera de justificar ese medio punto, pero con el canguro no, el canguro no se ensucia.
Aparte, podría sumarle otros puntos extra a Australia (además de los del marsupial), porque si bien Samoa+Tonga no pueden tener menos que cero (o sí, deme tiempo para pensármelo), siempre pueden potenciar su ineptitud y hacer goles en contra.


el Zambullista
26 de noviembre de 2011, 20:16

Sobre lo que dijo Anónimo:

Listo, cambié ese paréntesis. ¿Se acepta la enmienda que contrapesa una discriminación negativa con otra positiva?

También podría valer medio el gol que el canguro hace con la mano, uno el que hace con las patas o la cola, dos y medio el que hace de cabeza y menos uno el que hace entrando al arco con la pelota metida en su bolsa (se enojan si les cobrás retención, pero de números negativos no cazan un fulbo y festejan igual).
Si un canguro profesional se nacionalizara samoatongano y metiera todos goles de los últimos, ahí podría tener usted una derrota con menos que cero. Alcanzaría con que los australianos hicieran menos goles que los que les deben. Y mejor si no hicieran ninguno, así podrían aspirar a ganar 0 a –53, por ejemplo.