Entusiasmos X (El pehuén del Huechufalfquen)





Moneda de 2 reales (precio de un monigote)

El año en que acuñaron en Potosí esa moneda con su perfil y su nombre, Carlos IV de España vio morir a dos hij@s y nacer a uno: el 1 de marzo murió Felipe María Francisco, que no llegó a cumplir 2 años; el 10 nació Francisco de Paula Antonio, que moriría a los 71; y el 2 de noviembre la viruela mató a María Teresa, que no llegó a cumplir los 4.
Fuera de la vida de Carlos IV hubo otros hechos memorables en 1794. El 4 de febrero el gobierno revolucionario francés abolió la esclavitud. El 14 de marzo Eli Whitney patentó la desmotadora de algodón. El 8 de mayo guillotinaron a Lavoisier; el 28 de julio, a Robespierre. El 2 de septiembre se fundó la ciudad de Odessa.
Menos memorable, en alguno de esos 365 días, en un bosque patagónico que Carlos IV contaba como colonia suya, brotaba un pehuén; vivió 214 años y en este 2018 se cumplen 10 de su muerte:


La foto la saqué el 18 de enero en Puerto Canoa, lago Huechulafquen (Parque Nacional Lanín, Provincia de Neuquén, República Argentina). En Puerto Canoa también hay un "sendero de interpretación", ahora llamado Sendero El Bosque, en cuyo suelo volví a fotografiar mi sombra, como en el primer viaje de mochilero que hice al Sur (y el primero que hacía solo; ese donde conocí a Panda). Helas aquí:


La primera foto la puse en un portarretrato; arriba le pegué la pregunta «¿El retrato que hago de mi sombra es un autorretrato?». A ese portarretrato le saqué una foto, que es epígrafe del ensayo donde juego con esa pregunta. Acá vuelvo al ruedo, pero sin el "auto", sólo retrato: de una vista del lago (dibujo y foto), del lago mismo como entorno y experiencia (poema) y de mi paso por la existencia (blog). Vamos por orden.

Del primer acampe en el Huechulafquen también es este dibujo, que hice sentado en la playa de piedras (tan "fotográfico" fui que hasta aparece mi rodilla izquierda):


La rodilla que no omití cuando dibujé la evité cuando fotografié. Pasé la foto a blanco y negro para mantener la monocromía que propuso el dibujo con birome:


Que fueron momentos distintos se ve por la superficie del agua: en la foto está más planchada y refleja bastante los cerros de enfrente; en el dibujo está más agitada y el único reflejo es el del tronco. Que foto y dibujo muestren la misma vista es porque tenía mi lugar favorito para sentarme a escribir (la silla del diablo es igual de insistente pero menos cómoda). Y a los lugares favoritos se vuelve, sean un pedazo de playa, un lago o una idea, por ejemplo.

En el camping de San Martín de los Andes paraba un rosarino que venía del Huechulafquen; me lo describió como "el paraíso de los acampantes". En vez de seguir el consejo de Marge (T10E3) y apegarme al plan (que era ir "bajando": Villa La Angostura y Bariloche), fui para el norte que había dejado atrás (Junín de los Andes, de donde sale la ruta que unas horas después te deja en el Huechu). El desvío de un plan me llevó a conocer el que desde entonces es mi lago favorito. No volví a planificar un viaje de mochilero.
Excepto el que hice dos veranos después, cuando de todos los lagos que había conocido elegí el Huechulafquen para ir a escribir durante unos 15 días. (También dibujé: de esa estadía son las seis caras que encabezan Zambullidas y que puse a hablar en “Entusiasmos VIII”.) El tema era libre, pero de entrada escribí a partir de lo que me rodeaba, sobre la experiencia misma de estar ahí. Aquel año el pehuén de la foto todavía vivía. No sé qué tan cerca estuvimos.
En esa época escribía poesía, así que se fue armando un largo poema panteísta, compuesto de varios poemas, que titulé “Huechulafquen, la cultura de Dios”. No lo releo hace mucho (no espero que me guste), pero unas líneas me vuelven cada tanto, sin que yo sepa por qué:
El tiempo es un abuelo
que nunca ha sido padre.
Memoria en la roca
es el futuro de cada acto,
y hay un recuerdo intacto
de todo cuanto quiso ser en vano.

Como es obvio, el poema no fue el registro de experiencia que hace un diario de viaje, que también llevé. Pero sí fue el resultado de la interacción
con ese bosque;
    con esa ladera;
      con esa playa y esa orilla pedregosas;
        con el lago, los cerros de la otra margen y las noches estrelladísimas;
          con ese fuego que disfruto hacer y me fascina mirar (un poemario de esos años se titula Fuégano);
            con esos vuelos vertiginosos de golondrinas que parecen esquivarse a último momento;
              etc.
“Huechulafquen, la cultura de Dios” fue el resultado de esa interacción múltiple como Zambullidas lo es de la interacción que voy teniendo con el mundo mientras voy existiendo (y mientras sepa que existo). No será un autorretrato, pero sí el retrato de mi sombra (o de algunas sombras estampadas por ciertas luces desde ciertos ángulos). Así que sí, a su manera esto es una bitácora de mi tránsito por la existencia, sólo que una bitácora de ideas volvedoras, no de historias personales.
O al menos es la superficie donde dejan su impresión cosas que me llaman la atención, a las que vuelvo cada tanto (o que me vuelven, como esos versos del poema); o cosas que llegan y se van rápido pero con intensidad; etc. Como sea, son encuentros no buscados.
No diría fortuitos, porque tienen la motivación de lo que puede pescar mi red de intereses. Pero no es que son temas de estudio que "abordo" [JERGA DETECTED] con método y disciplina.
Zambullidas (la obra) es el resultado de aplicar el filtro que soy yo (el autor) a las cosas con las que me voy cruzando mientras vivo (el mundo); es la sombra proyectada por el cuerpo bañado por la luz.
A su vez, esa escritura, aquella larga sesión de Salamanca en esa inmersión en Natura, es un ataque de entusiasmo: una zambullida avant la lettre. La metáfora de Kafka se hizo título el año de la muerte del pehuén, que en paz descanse.
Si escribís a partir de lo que te interesa de aquello con lo que te cruzás o que buscás, sin compromisos ni obligación, seguro no te pesa lo que hacés (en algún otro caso menos exigente puede que tampoco; en este, seguro). Cuanto más profundo (o alto) es el interés, más ingrávido es el hacer. Un entusiasmo hace nulo o negativo ese peso.
Alguien que levitase daría una metáfora alternativa a la de la rana que cae (ponele que también con estilo). En lugar de un acienizaje habría un despegue, más acorde a la expansión anímica de l@s entusiastas. (Pasa que Kafka no quiso metaforizar el entusiasmo, sino su pequeñez e intrascendencia. La insignificancia de algo que no abarca ni dura no da para el fervor, pareciera decir.)

Los anillos en el tronco son a la edad del árbol lo que los ensayos aniversario son a la de Zambullidas. Un anillo es igual al anterior, sólo que más grande; lo mismo pasa con los títulos de estos ensayos cumpleañeros. En una escala aritmética (de unidad en unidad), Zambullidas dio diez pasos; en una escala logarítmica (de potencia de 10 en potencia de 10), un paso y una zancada: 100 (15.8.2009) y 101 (hoy).
Mis expectativas de vida para el tramo siguiente de cada escala son opuestas. Para el paso 11 voy a estar (si nada me mata de acá a 1 año); para la zancada 102, no. Ni yo ni un “Entusiasmos C” ni, muy probablemente, ninguno de estos ensayos; ni en la memoria de alguien ni en algún sitio físico o virtual.
Las obras compiten en longevidad con las araucarias y la enorme mayoría pierde. Si Zambullidas le empatara al pehuén con el que se entronca, los 214 años los cumpliría en el 2222. Lindo año para festejar; lástima que al olvido no le importe.


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