Cotidianus interruptus




Minuto 1:02 del corto Polo: el visitante

X acaba de tomar una decisión imprevista e improvisada. Pasada la medianoche, camino a su casa, se desvió y entró en el bar donde está ahora.
Ese desvío es el pasado reciente de X; los bandazos y batacazos que pueda ocasionar son el futuro inminente que X espera y anhela (expectante de lo que le depare el azar –o el caos– surgido de esa incursión, y confiado en que será favorable).
Lo impulsó a desviarse el deseo de sentir la posibilidad de una novedad, algo parecido a la aventura. Deseaba una inmersión en un estado de expectativa; deseaba sentir más probable –casi intuible, casi visible– la inminencia de una novedad interesante, como en los viajes de mochilero.
Lo que hizo X, interrumpir una rutina, es algo que estaba fuera de lo previsto (por definición) y que deja afuera de lo previsto a lo que sigue (o lo que viene, según desde dónde se prefiera ver la sucesión de hechos).
Hay ahí una incertidumbre estimulante. Hay también una atención más intensa sobre el presente inmediato y sobre lo presente, lo cercano; si X estuviera viajando a su casa, su atención estaría puesta en la meta 30 minutos distante, y no –o poco– en el presente de relleno en que transcurriría ese tránsito de un punto a otro de su rutina o de su plan del día.
X decide que esa novedad en ciernes debe interrumpir el registro de su expectativa, y se pone a escribir. Si lo que escribe no queda cortado, sólo hubo expectativa y registro, sin novedad.

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