Selección natural





Cada generación de cucarachas es más rápida para esconderse antes de que X prenda la luz de la cocina y se ponga a aplastarlas. Llega un día en que X prende la luz y no ve ninguna. Por supuesto, X piensa que las ha exterminado.

Hay 6 comentarios:

Ombligo Verde
11 de diciembre de 2008, 9:45

Por favor no... acabás de darle un giro espeluznante a mi única pero suculenta fobia, es la primera vez que maldigo haberte leído zambullista odioso, merecés un chancletazo.


desparejo
11 de diciembre de 2008, 20:11

Y ¿por qué X -sabiendo lo de la creciente velocidad de los bichos- no es cada vez más rápido para encender la luz? Digo, ¿por qué el cazador no evoluciona con la presa?

Otra. ¿Habrá pasado lo mismo con los dinosaurios y por eso no están dibujados en la cueva troskista de Altamira? Por otra parte, es interesante que cuando se descubre una huella de dinosaurio, el científico moderno para ahí, ¿vio que no siguen el rastro? El arqueólogo es un poco vago para rastreador.

Otra pregunta. ¿Por qué acá siempre es X, Z, W, Y...? ¡Nombres, queremos nombres!


Ombligo Verde
12 de diciembre de 2008, 15:42

¿Porqué los pibes no se ponen cada vez más fuertes a pesar de la selección natural? Cazadores que no evolucionan con sus presas. Malditos.

(la verificacion de la palabra me pide que teclee "altamil"... esto está inducido por el comentario de Gerardo que nombró a Altamira... lo sé. todo es una trampa)


el Zambullista
14 de diciembre de 2008, 0:33

De las dos personas interesadas por la suerte del cazador (hola, Gerar; hola, Anto), una cumple años hoy sábado 13 de diciembre. Ahí debería estar yo ahora (son las 23:52), así que voy a usar esta respuesta como excusa y como regalo (para quedar mal pero con muy poco dinero). ¡Feliz cumple, Anto! Estoy saliendo para allá. Guárdenme una empanada.

Como para comentario de algo de 3 frases va a quedar ridículamente largo, supongamos que hacemos de esto una extensión en forma de glosa payadesca de “Selección natural” (como la que tengo pendiente con chicoverde -teneme todavía un poco más de paciencia- por “Luis XVI”).

No me imaginé que X supiera, pero se puede hacer el ejercicio. Pero antes, algunas palabras sobre el que hay, el X que no sabe, el que se engaña. De una incursión a otra (ni necesaria ni probablemente inmediatas), X ve menos cucarachas para matar, no cucarachas más rápidas (de hecho, sólo las más lentas quedan a la vista). Por su método de control de plagas, podemos imaginar a X convencido de estar sólo en un duelo entre su capacidad de matar y la capacidad de repoblarse que tienen las cucarachas. Desconoce por completo el otro duelo en el que también está, y que pierde la misma noche en que cree haber ganado el suyo: el duelo entre su velocidad para prender la luz de la cocina y la velocidad de las cucarachas para detectarlo y esconderse antes. X no encontraría razonable, sin alguna prueba, pensar que las cucarachas están pero no se ven, en lugar de pensar que no existen, que el recambio generacional disminuyó hasta la extinción de la comunidad de la cocina. Tal vez X fue esforzándose en mejorar la velocidad y sorpresa del ataque, es decir, después de prender la luz, cuando ya muchas cucarachas lo percibieron y se escondieron. Tal vez incluso las ayudó sin querer ni saber, cada vez que se demoraba en los preparativos para entrar y prender la luz lo más repentinamente que podía.
Perdón por insistir: por estos caminos, ¿qué razones tendría X para encontrarse con la idea de que ve menos cucarachas porque sobreviven y se reproducen cada vez más las que tienen algún rasgo (o juego de rasgos) que favorece la detección temprana del ataque y el escamoteo invisible? La vez anterior a la que registra como su noche triunfal, cuando prende la luz de la cocina y no ve ninguna cucaracha, X ha matado a las últimas provistas de menos reflejos y suerte que los necesarios (el número puede ir de 1 a varias). Pero él no lo sabe. E incluso puede quedar sorprendido de encontrarse, al turno siguiente, con una victoria que tal vez esperaba para más adelante, si el número de las últimas aplastadas fue grande. Lo que X ignora, en definitiva, es su condición de factor ambiental, uno más, que tiene en la lucha de las cucarachas por adaptarse y aferrarse a la existencia.
Resumiendo: si X, sabiendo que las menos cucarachas que ve son las más que se logran esconder, pensara que las está erradicando, estaría infiriendo tan caprichosamente como si, no sabiendo, pensara que no las está erradicando (sino que, por ejemplo, se le están volviendo indetectables). X sólo puede pensar que las está erradicando porque no sabe que se le van escondiendo antes cada vez más.
Como me dijo Mariano por teléfono, si en vez de cucarachas a exterminar fueran bisontes a comer, esa convicción haría morir de hambre a los cazadores: se terminaron los bisontes, los comimos a una escala mayor a la que se reproducían, otra cosa no sabemos comer, nos morimos. (Esta caricatura quiere hacer justicia contra Búfalo Bill y los suyos, que ni siquiera sabían qué estaban matando -antecedente colonial de las excursiones imperiales de sus descendientes.) La existencia de esa comunidad extinta de cazadores se dejaría leer en (e iluminaría) el éxito de una mutación genética fortuita y oportuna en la comunidad de bisontes, gracias a la que pudieron esconderse antes de que los hombres los llegasen a divisar y sin que llegasen a descubrir el truco evolutivo.

Ahora imaginemos que lo descubren. Volvamos de las praderas que esconden manadas de bisontes (algo enigmático, tal vez fantástico) a la cocina que esconde cucarachas (algo prosaico, cotidiano pero desagradable). Imaginemos que X sabe de qué va el asunto. (Para que esa imaginación fluya mejor, olvidemos lo que da en creer X en esa noche solitaria.) En este otro duelo, se enfrentan una sabiduría y un mecanismo ciego: el aprendizaje de un individuo comparativamente longevo y las variaciones de adaptación al medio (la “evolución”) de las generaciones de efímeras cucarachas aquerenciadas en la cocina.
Los resultados pueden ser los de siempre, según la distribución de fuerzas (velocidades y atajos): podría haber habido una victoria rápida de alguno; puede haber un empate crónico, o una derrota lenta, y no sé qué otro matiz más. Mi ensayete no quería ser pesimista ni injusto para con el cazador, simplemente porque me era indiferente el resultado del doble duelo, aun cuando se desembocara en uno. Lo que no me era indiferente era el encastre de condiciones que daba ese resultado. Esa trama es una con X sabiendo y otra con X ignorando. En la que lo tiene a X ignorando se puede, por ejemplo, ver una verdad que se esconde en una conjetura innecesaria e inmotivada (tengo pendiente un ensayo con otros relatos que tienen este dibujo). En la otra trama, X sabe que está jugando a una variante de las escondidas y que él es el que cuenta y busca todas las veces. En su rol, la mayoría abre los ojos al final del pregón “Punto y coma; el que no se escondió se embroma” y da por iniciada la cacería de escondidos. Las cucarachas que se embroman cuando X, en vez de abrir los ojos, prende la luz, son censadas con igual dedicación que aplastadas (modificación letal del “Piedra libre para Gerardo enfrente del monitor”, por ejemplo -¿su merced quería nombres?). Además de dividirse en sesiones, en esta versión del juego el rastreador no sabe cuántos son los escondidos, incluyendo la posibilidad de cero, y no tiene modo de acceder a los escondites (ventajas de la miniaturización y de la ecológica precariedad de recursos insecticidas de X). Las estadísticas le dicen que cada vez se embroman menos cucarachas. La proyección se cumple y una noche no se embroma ninguna. La única chance que tiene X de no haber perdido a las escondidas es haber ganado al exterminio. Tal vez, en busca de falsear uno y otro resultado, X seguirá prendiendo la luz de la cocina cada noche, perpetuamente inseguro, y terminará deseando lo que teme (preferirá la realidad de ser infeliz pero en combate antes que la posibilidad de haberse vuelto vano).


Ombligo Verde
15 de diciembre de 2008, 10:39

Ante todo, gracias por zambullirte como tantos sábados en casa... ahora vamos a los postres: ¡Que diferencia leer tu comentario a esas altas horas de la noche y ahora, lunes otra vez! Y si, totalmente de acuerdo, sumándole que si X es un poco como yo, cucafóbico, podemos implicar que realmente no le interesa para nada si hay una cuca hablando por walkie talkie (que viejada) en alguna cañería en el bidet, lo primordial es que, cuando hablamos de la erradicación de las cucarachas lo relevante es no verlas. Todo cambiaría si la presa fuera diferente, por ejemplo mosquitos, ya que su fiesta de la oscuridad podría terminar con mis brazos, como hace una semana (supongamos que no eran pulgas). Esta vez la relación con la presa tiene que ser tomada en cuenta ya que las cucarachas son sólo un problema visual. En todo caso, vamos más allá, creo que en este caso X sí erradicó a las cucarachas, por lo menos todas aquellas veces que prendió la luz y ellas no aparecieron. De ahí la fobia, todos los X sabemos que ellas siempre están ahí, siempre, y es por eso que el sólo hecho de no verlas es un trunfo para los sujetos variables.

Por ejemplo, prendí la luz a las 6 de la mañana el sábado (está bien, ya era domingo) y ustedes ya no estaban. ¿Cómo saber si estaban en el ascensor, abajo cerrando la puerta de entrada o ya muertos en sus casas? ¿Qué importa? Lo importante es que ya no podía verlos, los había erradicado.