Lucidez inversa




Un reconocimiento puede ser directo (reconozco lo mismo que conozco) o puede requerir una operación adicional al mero registro, como puede ser una inversión (reconozco lo inverso de lo que conozco –luego de percibirlo, darlo vuelta y volver para confirmar). El primer tipo de no reconocimiento es el más alevoso, el más común o el más contado. Imaginemos un caso del ejemplo puesto para un reconocimiento del segundo tipo, el indirecto, pero uno que llega tarde, si llega.

1.

X tiene la asombrosa habilidad de describir y comprender con mucha lucidez la figura inversa a la suya. Por desgracia para él, tiene una inhabilidad igual de asombrosa para hacer eso mismo con su propia figura, donde la comprensión es todo lo borrosa que allá fue lúcida. Eso quiere decir que X no advierte que la figura que comprende tan bien es su inversa, su «reverso exacto» (tan bien no es totalmente).
Esta incomprensión que se le cuela a X implica aquel no reconocimiento de sí. Si supiera que tiene su mayor lucidez con su figura inversa, no tendría su menor lucidez consigo mismo: sabría que dando vuelta esa figura se vería retratado (a falta de poder hacerlo de manera directa). Antes de ver cuánto y cómo podría tardar X en ajustar su lucidez, preguntémonos por qué la tiene así distribuida.

1.1.

Una posibilidad es que la distribución esté regulada por necesidades (deseos y temores) en relación con inseguridades de algún grado (incluyendo el 0, donde empieza la seguridad, y los grados negativos, donde se va haciendo más vehemente). En esta suposición, X es un vulgar negador: no tiene lucidez para su autorretrato porque, por alguna razón, ya no le gusta lo que entrevé y ni se acerca a ver, o si lo ve lo borra y lo olvida de inmediato. Logra no ver (o no haber visto) lo que teme ver. Si es algo que cree o siente que debería cambiar, como en general es lo que se teme, no cree o no siente contar con las fuerzas necesarias para hacerlo. De ahí que, para evitarse un sufrimiento (el de una angustia, una frustración o una impotencia de querer y no poder –la otra tortura del ramo es deber y no poder), X tienda a desarrollar una lucidez a la medida de su audacia (o sea, nunca mayor a las fuerzas que cree o sabe tener para afrontar esa visión y sus implicaciones).

1.2.

Otra posibilidad es que X haya contraído la rutina de responder con esa ceguera selectiva porque ha sobrevivido socialmente a pesar de dos o tres respuestas así, después de la primera (que se vuelve pionera retrospectivamente, en el momento de las otras, no en el suyo).
Como sea, con la estimación de recursos y trabajo se retroalimenta el proceso: X teme aquello que aumenta sus inseguridades, como desea lo que las rebaja y lo que las aleja. La necesidad es bifronte: el temor es su cara pesimista; el deseo, su cara optimista. La necesidad es vulnerabilidad: por ella nos exponemos a sufrir lo que tememos y a no alcanzar lo que deseamos, o sea, a quedar dolidos o frustrados.

2.

          «En tiempos de Mendeleyev, sólo se conocían 63 elementos, pero parte de su mérito fue darse cuenta de que los elementos tal como se conocían entonces no constituían un cuadro completo, pues faltaban muchas piezas. Su tabla predijo, con agradable exactitud, dónde encajarían los nuevos elementos cuando se hallasen.»

          Bill Bryson, Una breve historia de casi todo, Del Nuevo Extremo, Buenos Aires, 2007; página 138.

Por las razones que fueren, hasta acá X no sabe que es su inversa la figura que mejor puede describir y predecir. Pero supongamos que lee esto y se entera.
En ese instante X se ve al espejo o se analiza. En el primer caso, la inversión de la figura inversa es automática, como un acto reflejo, o al menos muy veloz para la conciencia. En el segundo caso, la inversión es lenta; por ejemplo, por minuciosa: hay que discernir rasgos (delimitarlos), luego darlos vuelta, observarlos, ir entendiendo cómo simpatizan entre sí (cuáles son sus relaciones y qué dibujo van haciendo).
Como otro grado u otra capa de comprensión, esto ayuda a X a ir armando esas constelaciones de rasgos que lo figuran, a percibir patrones, regularidades, ritmos, y a predecir cómo sigue el trazo, qué más puede haber, qué otros rasgos son de la pandilla, al menos en este momento (algo similar a lo que Mendeleyev logró hacer esperar de los elementos que no estaban en su tabla periódica).

Hay 2 comentarios:

Marc cartolano
17 de abril de 2011, 2:21

Me encantó.... creo que lo voy a robar. Puedo. Quiero. Lo haré =)


el Zambullista
17 de abril de 2011, 19:02

Sobre lo que dijo Marc cartolano:

Adelante, con confianza. Me alegra que te haya gustado.