Lo que dice la frase II



Dice la frase:

Los que estornudan van al cielo.


¿Qué sentido puede tener? Si el cielo en cuestión es adonde van las almas que no van al infierno, ¿qué mérito no cómico para ir ahí hacen los que estornudan? Y si en lugar de ser la residencia celestial es la bóveda celeste, ¿la frase está haciendo el chiste de unos que se propulsan al cielo estornudando?
También queda la posibilidad de que la frase esté privilegiando jugar a significar. El juego puede consistir en juntar piezas de sentido al azar, por ejemplo; o en juntarlas disparatadamente, tal vez para descolocar a los interpretadores encastrando sentidos poco o nada encastrables (el de un género o un grupo de estornudadores, el del viaje que hacen y el del destino que tienen).
Otra posibilidad es que no se trate de encastrar sentidos, ni seria ni lúdicamente, sino sólo de reunirlos en razón de ciertos rasgos asociados, incluso sin que importe la secuencia. Si fuera así, no habría una sola voz, la de la frase, sino tres, para las que la frase sería un contenedor, un envase o, ya que son tres voces, un escenario. Supongamos que este es el caso.

En esa especie de mensaje cifrado en rasgos o características, es posible que sea relevante lo que dicen dos de tres voces (tanto como las tres, una, y difícilmente ninguna). La otra puede servir para darle una apariencia de sentido a la frase que las cobija (o una apariencia de frase a la reunión de dos sentidos).
Por ejemplo, imaginemos que acá la acción sea sólo un nexo, un pegote entre estornudadores y cielo, que son los que tienen los rasgos que cuentan. En ese caso, bien podría haber habido otra acción que los ligara: Los que estornudan están en el cielo; Los que estornudan no ven el cielo; Los que estornudan salpican el cielo; etc. Para interpretar lo que dice la frase, no es lo mismo saber o creer que la acción no podría haber sido otra que saber o creer que sí. Verla cambiar sobre esa constancia de los términos que relaciona hace que éstos reciban mayor atención.
Un término de la relación son personas que estornudan, pero tal vez lo que interese de ahí sea qué estornudan (mocos, que en general imaginamos verdes) y qué tipo de acción es estornudar (de salida, mientras no se pueda estornudar para adentro). El otro término es el cielo, que en una de las dos acepciones es un lugar sólo de entrada y en ambas es azul o celeste (razón cromática para que los que estornudan no vayan al infierno, que también es un lugar sólo de entrada pero más bien rojizo o tenebroso). Y entonces lo que se dice en la frase es que en las placas de audio para computadoras el enchufe de la entrada de sonido es azul y el de salida es verde.
Es cierto que, como si no es un enchufe es el otro, habría bastado con retener el sentido de uno solo. Pero mocos y cielo son menos recordables sueltos que asociados en alguna microhistoria, por absurda que luzca y por redundante que quede la regla mnemotécnica. El sentido que resulte de la asociación que hagamos no es lo más importante, sino la eficacia evocadora que tenga (tanto de la frase misma como del recordatorio que se cifró en ella).

Resumamos. Las razones para que unas palabras estén en una frase pueden ser diferentes a su contribución al sentido de la frase; por ejemplo, porque pueden asociar un color y una variante de circulación de mano única (entrada o salida de audio) en una imagen por cada asociación: entrada celestial de muertos y salvos (o muertos premiados), salida de mocos verdes (acá el color lo tiene lo egresado; allá lo tiene el hospedaje, no lo hospedado).

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