Esto que soy




Estoy que soy / el pasado lo conquistará // antes de haberme aferrado / al aquí y ahora
Martina Mostaza, entreSEPTIEMBRES (2012), pág. 6

1.

Hay dos futuros y están dispuestos en una sucesión: uno, el de la conquista, que primerea y malogra al otro, el del aferrarse al aquí y ahora.
Hay dos pasados: uno, el personificado como un conquistador futuro; otro, menos retórico que gramatical, el de su sentido de la oportunidad para hacer lo suyo antes de que no se pueda (el pasado no puede conquistar esto que soy después de haberme aferrado al aquí y ahora, sino sólo antes).
Hay dos presentes, si no tres, y en todos se señala algo: el presente de qué soy (esto) y el presente compuesto de dónde y cuándo soy (aquí y ahora). Pero en el poema el segundo no es sólo la circunstancia espacio-temporal del primero; es el objeto de una acción (un aferrarme a eso) que no ocurrirá, porque antes ocurrirá la conquista de la que será objeto esto que soy (en el rol de sujeto, el pasado).

2.

La conquista de esto que soy y el no haberme aferrado antes al momento y el lugar en que lo soy se implican recíprocamente; luego, equivalen, lo mismo que sus negativos (la no conquista y el haberme aferrado antes). Si es por lógica, puede ocurrir una cosa o la otra.
En la que ocurre en el poema, presente es lo que sucede antes de esa conquista futura del pasado; el aferrarme no sucede antes, por lo que nunca es presente. Posible, siempre; realizado, nunca. (Lo mismo le pasa al acceso del campesino a la ley en el cuento de Kafka.) Lo primero da esperanzas de evitar lo que viene siendo inevitable; lo segundo las quita.
Así, la otra posibilidad, aquella donde tiene lugar el aferrarme al aquí y ahora y no la conquista (es decir, aquella donde el presente deja de ser escurridizo, según una metáfora más común), queda presentada y negada en el mismo acto. Es como si el paso del tiempo hubiera fantaseado con detenerse, o sea, sin haber dejado nunca de sostener la marcha (tal vez lo habría hecho si en vez de haberlo fantaseado lo hubiera querido o siquiera deseado).

3.

Puede que las cosas, como creía Parménides, tiendan a permanecer en su ser; pero según el poema (que tiende a Heráclito) mucho no lo consiguen. La manera más cabal que tendrían de permanecer en su ser sería permaneciendo en sus circunstancias de evento imprescindibles, o sea, aferrándose al aquí y ahora en que seguro su ser es. Si no lo logran y las dejan atrás, como le sucede a esto que soy en el poema, en lugar de permanencia (en el presente) hay cambio (de presente a pasado).
Mejor dicho, habrá cambio. Esa vez o cada vez, la acción del pasado es futura: «conquistará», no “conquista”, dice el poema. Reincidente o generalizada, es presente como un hábito actual: «carcome», dice el título. Combinando las perspectivas de las dos metáforas, se puede decir que todo lo que es, empezando por esto que soy, tiene destino de pasado.

3.1

La perspectiva que da tener el cambio en el futuro favorece fijar una imagen de lo que está en perpetuo movimiento, como la del paso del tiempo. Es la perspectiva de una espera, donde se ve venir algo con relativa lentitud, en lugar de verlo pasar al lado a la velocidad de una proyección (desde un micro que avanza por una ruta, las fotos salen menos movidas si se sacan hacia adelante o hacia atrás que perpendiculares a la ventanilla).
Como en el poema, nunca vemos al tiempo dar un paso; prevemos y esperamos el que dará o registramos el que dio, pero el momento mismo del cambio nos es inasible, como el de cualquier otro acontecimiento simbólico.

3.2

Mientras lo que soy no deje de ser lo que es, el cambio aprieta pero no ahoga: la fantaseada identidad inmutable y detenida se recicla en la continuidad de algo suyo a través de los cambios de presencia (a ese algo que continúa lo que el pasado carcome se le da tanto valor que suele definírselo como una esencia o identificárselo con la mismísima alma). Ya no es la identidad de algo que está presente sólo en el presente de un permanecer, sino también en el pasado de la memoria y en el futuro de las previsiones, donde el pasado está siempre en situación de venir a conquistar esta presencia.

4.

En la disposición gráfica, el indivisible presente está dividido: entre el evento existencial, que abre el poema, y sus circunstancias indispensables, que lo cierran, se interponen la acción futura del pasado y su condición de posibilidad, las dos metáforas que definen un devenir en perpetuo advenimiento pero inexorable.
El movimiento elegido para esta descripción podría ser otro: podría decirse que en lugar de un corte que divide al presente hay un puente cuyos tramos se tienden y se desvanecen antes de aferrarse al otro lado del precipicio, que los termina tragando uno a uno. Algo así:

ESTO  QUE  SOY 
el pasado lo conquistará antes de haberme aferrado al
                                    AQUÍ Y AHORA


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