La personalidad de X



Imaginemos que X va pasando pantallas de un test de personalidad llenas de preguntas con dos opciones, hasta que llega a una pantalla donde le interpretan sus elecciones en una descripción de su personalidad. El test sigue, pero antes revisemos su potencial descriptivo. Si cada término de cada dilema se corresponde con –acaso porque implica– un rasgo de personalidad, por cada secuencia de respuestas hay una personalidad disponible: un conjunto de rasgos consistente (esto excluye que convivan rasgos contradictorios, como la sociabilidad y la insociabilidad, por ejemplo). Si el número de dilemas resueltos antes de llegar a una descripción de personalidad es n, el número de secuencias de respuestas –personalidades– posibles es 2n (por ejemplo, si las preguntas binarias fuesen sólo 2, habría 22 = 4 personalidades posibles: AA, BB, AB, BA; si fuesen 3, habría 23 = 8: AAA, BBB, ABB, BAA, AAB, BBA, ABA, BAB).
Luego de ese resultado, X ve un botón más: “Anti-X”, dice. Lo aprieta y obtiene, por supuesto, la personalidad de quien hubiera optado cada vez por la respuesta que él desechó. X lee la descripción de la personalidad Anti-X y se prepara para encarar otra instancia del test. Cursa entonces una nueva serie de preguntas, referidas a la relación que establece con Anti-X, hasta acceder a una nueva descripción de personalidad: la de X vs Anti-X; llamémosla X1, y no perdamos de vista que es una capa más de la personalidad de X. Como las respuestas de esta segunda instancia binaria también trazaron una secuencia precisa, su inversión produce una nueva personalidad: la de un Anti-(X vs Anti-X); llamémosla Anti-X1. X aprieta el botón correspondiente, lee la descripción y comienza la tercera instancia del test, que conducirá a una personalidad X2 y a su inversa Anti-X2. Y así siguiendo, sin que se prevea la necesidad de un tope. ¿Qué puede pasar? Se me ocurren tres cosas.

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          «Homero compuso la Odisea; postulado un plazo infinito, con infinitas circunstancias y cambios, lo imposible es no componer, siquiera una vez, la Odisea

          En “El inmortal” (Jorge Luis Borges, El Aleph, Emecé, Buenos Aires, 1994, p. 29).

Una posibilidad es que las descripciones de personalidad varíen siempre. La acumulación de datos nuevos sobre X, de matices y distinciones, sería incesante e impredecible (como el desarrollo decimal de un número irracional, donde no puede haber periodización ni, por lo tanto, previsibilidad: no se puede conocer ningún decimal antes de calcularlo). Si esta cruza de atributos significa “infinitas circunstancias y cambios”, parece tan imposible “no componer, siquiera una vez, la Odisea” como no encontrar cualquier cadena de, por ejemplo, 8 rasgos de personalidad en el desarrollo infinito del test (o como no encontrar, en el de π, cualquier cadena de 8 dígitos, aunque haya que avanzar en los decimales hasta la posición 79.138.480, por ejemplo).*
Si no es necesario, como mínimo es altamente probable que en una cantidad infinita de chances cualquier cadena finita encuentre su momento y su lugar, y acaso más de una vez.

Lo que es el carácter irracional de un número soporta esta visión: la longitud de la cadena de predecesores inmediatos a no repetir a partir de ahí no tiene un coto de aplicación. Redundo: ninguna de esas cadenas predecesoras de decimales puede entrar en un loop, sin importar su longitud finita: ni de 1 dígito, ni de 2, ni de 3, etc., incluyendo 251.312.000 (“número, aunque vastísimo, no infinito”). Si el loop de una cadena infinita fuera posible y necesario (el argumento que lo demostrara nos llevaría a zafar de la perspectiva de que aquello que no puede terminar no puede reiniciar), habría números con períodos decimales de longitud finita (racionales) y números con períodos decimales de longitud infinita (irracionales, que pasarían de ser los números que carecen de rutina a ser los que la tienen más larga). Si fuera sólo posible, mantendríamos la posibilidad de números sin periodicidad alguna, ni finita ni infinita (periodicidad nula o cero).

Como sea, en el desarrollo decimal de un irracional como π se varía un número de veces infinito (como varía de identidad un inmortal) o indefinido (como varía un mortal sometido a sorteos bimestrales o a transmigrar de identidad en identidad). Se burla la repetición compulsiva de cualquier cadena finita, se evita cualquier equilibrio.

Si no es imposible (a falta de un barrido heurístico, por ejemplo, como el que la criba de Eratóstenes hace de los números primos), como mínimo parece muy difícil que entre tantas variantes no haya una cualquiera.
Si esa infinidad variada de personalidades de X no incluye a todas, todavía es posible que en la serie no haya contradicciones, inconsistencias; si incluye a todas, ya no. Para decirlo a lo Gödel: si es total, no puede ser consistente; si es consistente, no puede ser total.

2

          «...La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden).»

          En “La Biblioteca de Babel” (Jorge Luis Borges, Ficciones, Emecé, Buenos Aires, 1994, p. 126).

Otra posibilidad es que aparezca una repetición y algún Xn tenga la misma (descripción de) personalidad que un X anterior (o algún Anti-Xn la misma que un Anti-X anterior; elijo argumentar con el primer tipo de repetición). Si ante la misma personalidad X responde lo mismo a las mismas preguntas (o sea, si no es contradictorio y si no cambió de opinión), la personalidad del nuevo Anti-X será idéntica a la del sucesor de aquel primer repetido. Nuevas respuestas idénticas ante una nueva personalidad idéntica llevan a X a una nueva repetición. Bajo estas condiciones, basta una repetición para hacerlo ir en círculo a X a partir de ahí, como un decimal periódico puro (si la personalidad que se repite es la de X, la primera) o mixto (si la repetida es una personalidad posterior, la de un Xn).*
El período que ordena la Biblioteca infinitamente recurrente y abarca el total de su originalidad es inconmensurablemente largo para las expectativas y la escala de un individuo común (desproporción típicamente kafkiana). Pero no carece de límites, dado que “los tiene el número posible de libros”, que es el total aludido (los 251.312.000 libros no repetidos). Luego, es exagerado convocar a un “eterno viajero” para los siglos de travesía necesarios para repetir ese desorden “(que, repetido, sería un orden: el Orden)”; alcanzará con uno suficientemente longevo.
El hilo del círculo de personalidades Xn es la personalidad más matizada de X que el test puede ofrecer. Correlativamente, el otro hilo de la periodización, el del círculo de personalidades Anti-Xn, es la anti-personalidad de X más matizada que podemos obtener.
Hasta acá, idénticas pudieron ser dos o más descripciones de personalidad de una misma clase.

3

          «...Aureliano supo que para la insondable divinidad, él y Juan de Panonia (el ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima) formaban una sola persona.»

          En el final de “Los teólogos” (Jorge Luis Borges, El Aleph, Emecé, Buenos Aires, 1994, p. 68).

Habiendo dos clases de personalidades en el test, otra posibilidad es que la (descripción de) personalidad de algún Xn sea idéntica a la de un Anti-Xn (o viceversa, según con qué tipo de descripción se produzca la repetición). Tanto más incoherente nos resultará esa igualdad cuanto menor sea la distancia a la que se dé, empezando por la mínima: ¿cómo aceptar que de la inversión de una personalidad resulte la misma personalidad? A cualquier distancia, si la inconsistencia no impide que tenga lugar este tránsito de la relación de identidad y se produzca una de esas repeticiones mixtas, su desarrollo circular o periódico no debería diferenciarse del de una repetición entre personalidades de una misma clase.

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