El actor tímido



1.

En el juego o arte de combinar rasgos de identidad (o características o atributos), la combinación de rasgos opuestos, que de un modo u otro se contradicen, no es en sí misma contradictoria, una paradoja. Lo es sólo cuando ninguna de esas fuerzas puede –debiendo– imponerse.
Normalmente diríamos que eso ocurre cuando son fuerzas iguales. Pero en algún caso éstas pueden no empatar, una de ellas todavía puede restar a la otra (como se da más fácil entre rasgos compatibles o entre incompatibles pero con cargas desiguales). Lo que en la teoría de esa ars cominatoria no esperaríamos, lo podríamos encontrar en alguno de los juegos que la ponen en práctica, donde el tiempo sí cuenta y la primera vale doble. Veamos un caso.

2.

Imaginemos que el X mejor actor tiene una insuperable timidez. Por un lado, son (o en algún caso pueden ser) fuerzas mutuamente repelentes. Por otro, son iguales (o igualmente máximas).
Si fueran fuerzas desniveladas, cuanto más tímido que simulador fuese X, menos probable sería que fuese actor; cuanto menos, menos probable que fuese tímido. Con fuerzas igualadas, la insuperable timidez de X puede verse neutralizada por su insuperable capacidad de personificación (en lugar de superarla, como es otro de tres resultados posibles). Todo depende de qué fuerza actúe primero.

Imaginemos que como terapia o como prenda de un juego, X se ve envuelto seguido en situaciones intimidantes. En cada una, o bien el actor reacciona antes que la persona o bien no entra nunca en acción. Si lo logra, un tímido se ve compensado por su personaje audaz, gracias a que llega a componerlo antes de que la intimidación lo paralice. De no lograrlo, sus dotes actorales tendrán de inútiles lo que tienen de insuperables.

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