Malos pasos




1.

Los pasos de uno mantienen una altura regular (suponiendo un terreno regular). Traicioneras irregularidades de un terreno en general regular se cobran el precio que estuvimos dispuestos a pagar cuando automatizamos esa altura, de modo que ningún otro paso necesitara de nuestra atención y comando.
De un modo similar, ya al segundo escalón regular subimos o bajamos en automático una escalera normal –si es una escalera irregular, peor cuanto más escalones tenga.
Una excepción profunda puede pasar desapercibida o no, según se ponga el pie en la depresión o después. Imaginemos que es no.
El pie de X ya superó el descenso habitual; el paso sigue más allá de lo previsto, que es un promedio o un rango de lo cumplido por sus predecesores; en definitiva: comienza un abismarse, una caída libre y sin red. Seguramente durará poco, pero hará que parezca muchísimo su intensidad estresante, encendida por la incertidumbre de cómo terminará esto. (O también: en ese estado de alerta súbita, la atención concentrada en lo inmediato deja en las sombras cualquier otro futuro, que por indefinido sabe a ilimitado.) El ahora de X es el de ese comienzo, después de no haber tocado el suelo cuando lo esperaba y todavía teniendo eso pendiente.

2.

Otra posibilidad para experimentar esa sensación es que el quiebre de lo habitual y esperable suceda antes, a mitad del paso. En vez de poner un pie en un pozo, ahora X tropieza con una baldosa algo levantada. Durante medio paso, X estuvo en curso de colisión y no lo supo; se enteró de golpe y tarde. Durante el aterrizaje, X sufre incertidumbre y ansiedad en dosis concentradas, que le hacen ignorar que todo durará poco. O lo angustia o sólo sufre el no saber cómo seguirá su historia y el no poder controlarlo. No sabe si va a salir ileso, levemente herido, muy perjudicado o incluso muerto.
A X el miedo le hace considerar lo que su capacidad de estimación le permite desechar: puede que un tropezón sea caída, pero de ahí a que esa caída (o la “trampa” que la provoca) sea mortal hay un trecho largo; no es imposible, pero tampoco probable, o no más que sobrevivir al accidente callejero (desde ileso hasta fracturado, pasando por algún rasguño sangrante en rodillas, codos o manos, pero sobrevivir).
X no puede tener una preparación focalizada, pero porque debe tener dos. X es tironeado a lo Túpac Amaru II por el doble foco que en ese trance incierto no puede evitar hacer: teme lo peor (fuerza de repliegue) y desea lo mejor (fuerza de expansión), impedido como está de hacer estimaciones sobre qué puede esperar.
Aunque un precio bajo sea más probable que uno alto, lo cierto es que no depende de X no pagar cara la pérdida de control y cálculo; depende de su buena suerte (y tal vez de una muy buena, tanto como peligrosa sea la superficie de impacto hacia la que está lanzado X).

No hay comentarios