Esquemas e historietas (La diferencia ser-estar) 4/4 La verbalísima trinidad




1. El encuentro de ser, estar y haber

   En los ensayos anteriores de la saga vimos los encuentros entre haber y ser, y entre ser y estar. En todos, las piezas del juego son individuos y clases. Las categorizaciones de dichas piezas pueden adaptarse a las necesidades de cada encuentro; la que conviene al único encuentro plenario de ser, estar y haber las divide en eventos y no eventos (personas, cosas, países, animales, etc.).
   En este punto, la descripción puede tomar tres caminos. Uno de ellos hablará de una acción que se lleva a cabo con los tres verbos, y de dos estados o rasgos de los eventos y no eventos. Otro camino sólo hablará de dos acciones, una para haber y otra para ser y estar. El tercero le asignará a cada verbo una misión diferente. Empezaré por exponer los dos primeros, para luego cruzar sus rasgos definitorios. La exposición del tercero cerrará el encuentro plenario, como una tercera versión de los hechos que cerrase un caso policial.
   Siguiendo la metáfora, se trata de definir las acciones que llevan a cabo los tres verbos en un encuentro como el siguiente:
   “Hubo un robo anoche en una de las mansiones de Burns. La mansión está a 300 metros de una ruta. El robo fue a las 21, en el dormitorio. A las 20:45 había siete hombres en toda la mansión; sólo cuatro de ellos todavía estaban a las 21:15. A esa hora, Montgomery Burns estaba a 10 kilómetros de su hogar. Su partida fue a las 20:30. En la puerta del cuarto había una llave; la llave estaba del lado de adentro.”
   La acción común a los tres verbos que postula el primer camino es la de una ubicación espacial o temporal. Si aquello que queremos ubicar en el espacio o en el tiempo es indefinido, usamos el verbo haber: “Hubo un robo anoche en una de las mansiones de Burns”; “A las 20:45 había siete hombres en toda la mansión”; “En la puerta del cuarto había una llave”. Si es definido, usamos el verbo ser cuando se trata de un evento (“El robo fue a las 21, en el dormitorio”; “Su partida fue a las 20:30”) y el verbo estar cuando se trata de un no evento (“La mansión está a 300 metros de una ruta”; “Cuatro de ellos todavía estaban a las 21:15”; “La llave estaba del lado de adentro”; “A esa hora, Montgomery Burns estaba a 10 kilómetros de su hogar”).
   La indicación de la cantidad de individuos afectados a la predicación (que puede ser precisa –siete, cuatro– o imprecisa –muchos, pocos–) es ajena a la determinación o indeterminación del sujeto. Los «hombres» de “A las 20:45 había siete hombres en toda la mansión” son indeterminados porque no sé de qué hombres se está hablando (necesidad que no satisface el saber que son siete); los hombres de “Cuatro de ellos todavía estaban a las 21:15” son determinados porque sé de cuáles se está hablando: de (cuatro de) los (siete) hombres de los que se habló al decir “A las 20:45 había siete hombres en toda la mansión”.
   Una variante de este argumento cambia levemente la formulación del acto, que sigue siendo el único de la escena: con el verbo haber identificamos el tiempo o el lugar en que se desarrolla un evento indefinido, y el tiempo o el lugar en que se encuentra un no evento indefinido; con el verbo ser identificamos el tiempo o el lugar en que se desarrolla un evento definido; con estar, el tiempo o el lugar en que se encuentra un no evento definido.
   El segundo camino releva al verbo haber de servir a una ubicación temporal o espacial, que queda reservada a ser y estar, y le asigna otra misión; la distinción entre piezas definidas e indefinidas queda absorbida en la nueva especificación de roles. Si la ocurrencia de un evento o la presencia de un no evento en algún lugar o en algún momento aún no han sido presentadas, de hacer esa presentación se encarga el verbo haber. Si su presentación ya ha sucedido (gracias a las frases con haber del párrafo anterior, por ejemplo) o no la han necesitado (como en los casos de Montgomery Burns y su partida de la mansión), de situarlas en el espacio o en el tiempo se encargan los verbos ser (para las ocurrencias de eventos: “El robo fue a las 21, en el dormitorio”; “Su partida fue a las 20:30”) y estar (para las presencias de no eventos: “La mansión está a 300 metros de una ruta”; “Cuatro de ellos todavía estaban a las 21:15”; “La llave estaba del lado de adentro”; “A esa hora, Montgomery Burns estaba a 10 kilómetros de su hogar”).
   La primera explicación, que reparte una acción entre tres verbos, se apoya, en sus dos variantes, en la distinción entre eventos y no eventos definidos e indefinidos. La segunda, que reparte dos acciones entre tres verbos, absorbe aquella distinción en su reparto. Veamos la lógica de esta absorción.
   Tanto la presencia como la existencia –o sus negaciones: la ausencia y la inexistencia– pueden ver o no limitado su alcance: “En China no hay alfajores”, “En China no existen los alfajores”, por un lado; por otro, “Hay un ser superior”, “Existe un ser superior”. En ambos casos, al verbo haber lo rige una restricción que existir desconoce: sólo se aplica a sujetos indefinidos, indeterminados (lo cual prohíbe enunciados como *En China no hay los alfajores o *Hay el ser superior).
   El cumplimiento de esta costumbre es lo común, y en el lenguaje oral es casi unánime; pero conoce excepciones literarias. En la prosa de Borges, por ejemplo, no son muy extraños pasajes como el siguiente (cf. “Lawrence y la Odisea”, Sur, Buenos Aires, Año VI, Nº 25, octubre de 1936):
«La amistad de Inglaterra y de la Odisea es larga en el tiempo y numerosa de fatigas y glorias. Hay la efusión isabelina de Chapman, hay el glacial y reluciente edificio de Pope, hay la rapsodia miltónica de Cowper, hay la ‘saga’ de Morris, hay la Authorized Version de Andrew Lang, hay la novela de costumbres burguesas de Samuel Butler, hay veintiocho versiones.»
   La diferencia entre el estilo de la enumeración parcial y el estilo de la comunicación de su total, abruptamente precipitada, radica en la diferencia entre el (reiterado) uso ruidoso del «hay» y su uso silencioso en el cierre de la cuenta. Sin ningún ánimo de corrección, las opciones de permutación son dos: transformar los artículos definidos en indefinidos (“Hay una efusión isabelina de Chapman...”) o canjear «hay» por «existe» (“Existe la efusión isabelina de Chapman...”) o por «ahí está» (“Ahí está la efusión isabelina de Chapman...”; en un artículo de 1964, “Página sobre Shakespeare” –Sur, Nº 289-290–, Borges prefiere este estilo: “Ahí están Hamlet y Macbeth, para siempre, y las brujas [...] y el bufón muerto Yorick [...]; ahí están los versos intraducibles...”).
   Si no hago mal mis cuentas, los verbos ser y estar nunca intercambian sus roles así, sin consecuencias; el hecho puede valer como prueba de que en ninguna de sus actuaciones son equivalentes, de que su alternancia nunca es indiferente (como arranca diciendo el segundo ensayo).
   En los casos de una localización temporal o espacial, estar y ser padecen la restricción inversa a la de haber: sólo se aplican a sujetos definidos, determinados (lo cual prohíbe enunciados como *En China no están alfajores, *Están chicos en la plaza y *Fueron dos grandes guerras en Europa durante el siglo XX).
   Detrás de estos rigores no hay una arbitrariedad normativa (si es que alguna vez la hay), sino una lógica de uso: lo que hacemos con haber es precisamente ofrecer a la determinación lo que no está ya determinado, presentar lo que necesita presentación; lo que hacemos con ser y con estar, cuando damos ubicaciones espaciales o temporales, es localizar o datar aquello que no necesita presentación o aquello que ya la ha tenido (gracias a un empleo de haber, precisamente). Un individuo o una clase están ya determinados (y, por lo tanto, no precisan presentación) en cualquiera de estos cinco casos:
   1) cuando los designamos con una descripción definida, ya sea de clases («el mamífero más veloz del mundo», «los pulmones de la ciudad», «las guerras mundiales del siglo XX», «los dos mejores libros de cuentos de Borges») o de individuos («la montaña más alta de América del Sur», «el primer hijo de Adán y Eva», «la luna interior de Marte»);
   2) cuando designamos a una clase por su nombre genérico (un sustantivo común), que por tratarse de una clase determinada irá con el artículo definido (“El guepardo es un félido que vive en Asia y África”, “Los árboles son un buen reparo contra el viento”);
   3) cuando designamos por su nombre propio a uno (“El Aconcagua está en Mendoza”, “Caín fue el primer hombre con ombligo”, “Fobos está más cerca de Marte que Deimos, la otra luna marciana”) o a todos los miembros de una clase plural («la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial», nombres de todos los miembros de la clase de las guerras mundiales del siglo XX; «Ficciones y El Aleph», nombres de todos los miembros de la clase de los dos mejores libros de cuentos de Borges);
   4) cuando designamos individuos no discretos (“El agua es un compuesto de hidrógeno y oxígeno”, “El aire es más liviano que el agua”, “El cielo es azul”);
   5) cuando nos referimos a un individuo o a una clase seleccionándolos de entre otros por antonomasia (“La modelo erótica [por excelencia, por antonomasia] es Verónica Zemanova”, “El tigre es el tigre de Bengala”).

   Aplicarle a alguna de estas piezas el verbo haber es darle lo que ya tiene por el hecho de estar determinada o de ser definida: presencia (si es un no evento) u ocurrencia (si es un evento); es cometer el despropósito de dar la noticia de algo ya conocido, de presentar lo ya presentado. En la anomalía que hace foco en el verbo (*Están chicos en la plaza, *Fueron dos grandes guerras en Europa durante el siglo XX), algo preparado para una presentación –«chicos» y «guerras»– es sometido a una determinación.
   En este segundo camino que toma la descripción del encuentro plenario, la indefinición de lo presentado deriva de las necesidades lógicas de la presentación; como esas necesidades le son ajenas a la localización temporal o espacial, que es la única acción reconocida en el primer camino, hay que imponerle a lo localizado con haber el requisito de la indefinición. En la primera vía, la indefinición le es exigida al verbo; en la segunda, se la deduce de su nuevo rol.
   El tercer camino completa la diferenciación de acciones que comenzó el segundo. Ahora los verbos ser y estar dejarán de compartir la tarea de una localización espacial o temporal, que habrá pasado de ser la única del cónclave a desvanecerse como lo hacen ciertas ilusiones ópticas cuando uno afina la observación.
   De acuerdo con esta tercera versión de los hechos, en el encuentro un verbo (haber) hace una presentación situada de un evento o de un no evento, que los otros verbos determinan a su manera: con ser se identifica el tiempo o el lugar del evento presentado (o de uno que no necesitó presentación); con estar se describe la ubicación en el tiempo o en el espacio del no evento presentado (o de uno que no necesitó presentación).
   La enunciación de las acciones que en esta versión ejecutan durante su encuentro los verbos ser, estar y haber está dispersa a lo largo del políptico; reunamos sus partes, de las más recientes a las más lejanas, con ilustraciones del argumento policial que hemos venido investigando.
   Con haber presentamos un evento (“Hubo un robo anoche en una de las mansiones de Burns”) o un no evento (“A las 20:45 había siete hombres en toda la mansión”; “En la puerta del cuarto había una llave”) situado en el espacio o en el tiempo.
   Con estar indicamos la ubicación temporal o espacial del no evento presentado (la mansión, la llave, los hombres presentes a las 20:45) o de uno que no necesitó presentación (Montgomery Burns). Dicha ubicación es el resultado o bien de un emplazamiento (“La mansión está a 300 metros de una ruta”) o bien de un desplazamiento (cuando hay cambio de ubicación: “A esa hora, Montgomery Burns estaba a 10 kilómetros de su hogar”; “La llave estaba del lado de adentro”) o bien de la omisión de un desplazamiento (cuando no hay cambio de ubicación: “Cuatro de ellos todavía estaban a las 21:15”).
   Con ser identificamos la circunstancia locativa o temporal del evento presentado (“El robo fue a las 21, en el dormitorio”, lo que es establecer una igualdad entre el tiempo del robo y las 21 horas, y otra entre el lugar del robo y el dormitorio) o de un evento que no necesitó presentación (“Su partida fue a las 20:30”).

2. La diferencia descriptiva de ser, estar y haber

   Imaginemos que nos pasan el video del robo en la mansión Burns. Cada tanto, la reproducción es interrumpida y recibimos alguna de estas instrucciones: narre la escena; describa la escena; caracterice, identifique, catalogue o defina –en suma, describa– tal o cual objeto o participante de la escena.
   En la segunda tarea participa estar, en compañía de otros verbos (haber y tener, principalmente); es en el marco de la descripción de una escena donde tienen lugar los estados y las ubicaciones. Por su parte, el verbo ser se desempeña en las cuatro tareas que componen la de describir tal objeto o participante de una escena.
   El inglés to be no distingue entre la descripción de una escena y la de alguno de sus elementos; el hacer esta distinción es lo peculiar del español, y en ella discurre casi toda la diferencia ser‑estar. Contextualizar los enunciados de ser y estar consiste en ponerlos en la perspectiva de esa distinción.
   Las tareas suelen darse integradas en un mismo y fluido relato; simulemos una requisitoria que las deslinde.
Narre la escena.
~Burns acaba de regresar a una de sus mansiones...
Identifique la hora.
~Eran las nueve y media de la noche.
Describa la mansión.
~Es la mansión que Burns habita lunes, miércoles y viernes. Es enorme: tiene tres plantas, dos piscinas y ocho baños. Es una de las cinco residencias más caras del Estado.
Describa a Burns.
~Burns es el dueño de una planta nuclear que abastece de energía eléctrica a Springfield. Fue aviador, tal vez traficante. Es avaro, pero también es excéntrico: durante la semana vive en dos mansiones suntuosas, por ejemplo.
Continúe el relato.
~Burns intenta entrar en su dormitorio pero no puede abrir la puerta. Luego de forcejear un poco, llama a su mayordomo y a su ama de llaves, que llegan de inmediato.
Describa la escena.
~Burns está a medio metro de la puerta, de frente, con la mano en el picaporte, visiblemente cansado y ofuscado. La puerta está cerrada con la llave puesta del lado de adentro. El mayordomo y el ama de llaves están en una misma línea de espera y temor, a un metro y medio de Burns; el mayordomo tiene una ganzúa prematura en la mano. Hay un cuadro a cada lado de la puerta; uno de ellos, el de la izquierda, está levemente torcido. Burns está muy malhumorado; los otros parecen asustados.
Retome la narración.
~El mayordomo pasa un papel bajo la rendija y con la ganzúa logra que la llave caiga sobre el papel para recuperarla y abrir la puerta. Burns entra.

   La descripción de la escena en el interior del cuarto (“La luz estaba apagada”, etc.) sería una nueva detención de la acción narrativa; la descripción del ruido de la puerta al abrirse o la del mayordomo de trillada sospecha provocaría un nuevo alejamiento del episodio. Esta segunda descripción, que supone aislar y abstraer de la escena uno de sus elementos, es digresiva: nos desvía hacia archivos, grillas, catálogos y diccionarios. En cambio, la descripción de las presencias, tenencias, estados y ubicaciones que componen la escena no nos despega ni nos distancia de ésta; sólo nos demora en ella, que se singulariza de la sucesión que integra. En el tiempo de esa pausa, damos cuenta de los rastros que las acciones de la secuencia –y tal vez los de acciones de otras secuencias– han dejado en el cuadro congelado.
   El nuevo recurso al símil cinético reedita el tema del entretejido que forman con los acontecimientos los estados y las ubicaciones: estáticas como son, las obras de estar no cursan la sucesión de cuadros, pero la necesitan y presuponen. Como ya se ha dicho, a esta dialéctica entre el devenir y sus estaciones es completamente ajeno el verbo ser y su provisión atemporal de equivalencias y clasificaciones, de categorías, identidades y rasgos de identidad.

3. Verbos primos

   Volvamos al último tramo del relato:
«El mayordomo pasa un papel bajo la rendija y con la ganzúa logra que la llave caiga sobre el papel para recuperarla y abrir la puerta. Burns entra.»
   Pasar un papel bajo la rendija es hacerlo pasar de estar en una ubicación a estar en otra. La llave que cae pasa de estar puesta (o estar en la cerradura, del lado del interior del cuarto) a estar caída (o estar sobre el papel), para después pasar a estar de este lado (al recuperarla, que es pasar de no tenerla a volver a tenerla), y luego pasar a estar en la cerradura otra vez, ahora del lado de afuera. (Bonus track: cuando gira en la cerradura, la llave pasa de estar en una posición a estar en otra.) Abrir la puerta es hacerla pasar de no estar abierta (o estar cerrada) a estar abierta. Cuando entra, Burns pasa de estar en un sitio a estar en otro (de un exterior a un interior).
   El sentido de estos verbos está hecho con estados o ubicaciones, que son obras de estar, excepto en un caso, que está hecho con dos tenencias (una perdida y otra recuperada). No es difícil mostrar verbos hechos con dos obras de ser; por ejemplo, con dos categorizaciones: recibirse de analista de sistemas es pasar de no ser analista de sistemas a ser analista de sistemas. Otro ejemplo, ahora con dos caracterizaciones: empobrecerse, que es volverse (más) pobre, es pasar de no ser (tan) pobre a ser (más) pobre. El verbo haber parece ser aun más elemental: si tengo algo, es que hay algo a mi disposición; si el cielo se nubló, es que pasó de no estar nublado a estar nublado, lo que a su vez significa que se pasó de no haber nubes que tapan el sol a haber nubes que tapan el sol.
   Los predicados de haber~tener, ser y estar parecen tener vocación de átomos o de células. Sumo a las analogías física y biológica una analogía matemática. Si un entero positivo (mayor que 1) no es primo, es compuesto y tiene una única descomposición en factores primos (como dice el Teorema Fundamental de la Aritmética; por ejemplo, 35 = 5 × 7). Así como los números primos son los ladrillos con que se “construyen” los naturales, un verbo es uno de estos tres o cuatro o es un compuesto de lo que uno de estos hace: un compuesto de presencias o tenencias o estados o ubicaciones o identidades o cualidades, etc. O tal vez esto es así sólo en ciertos tipos de verbos, no en todos. Andá a saber.

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