Postergador selectivo





15 años luz, episodio “Disfraces de carnaval”

1.

Cuando no puede hacer más de una cosa a la vez, cuando tiene que decidir qué atender y qué dejar esperando, a X lo guían dos urgencias: una, la de hacer las cosas que lamentaría dejar sin hacer si la muerte lo sorprendiera ahora; otra, la de postergar las que no lamentaría.
Son dos impulsos que al complementar sus fuerzas aumentan y aceleran la resolutividad de X (y su previsibilidad, si lo conocemos lo suficiente como para saber qué lamentaría dejar sin hacer y qué no). X puede ser, por ejemplo, un hedonista o un entusiasta o un poseído por alguna pasión (o pulsión o compulsión o adicción o vicio) o por algún sentido vital demandante, altamente excluyente; etc. En todos estos casos, la muerte es el punto de referencia (la condición) para diferenciar o definir qué es impostergable y qué no, o sea, en qué usar tiempo y energía de vida primero.

Con esa referencia a la finitud alargable pero ineludible, con esa alusión a su visita, X es alguien que se sabe o se imagina aplazado o condenado, interpelado por alguna cuenta regresiva. O simplemente alguien que usa ese rol de inminencia –algo llega– o acoso –algo viene– como parámetro (primero, último o intermedio) para decidir qué dejar sin hacer y qué no. Si es una referencia lejana, puede postergar lo que no postergaría si estuviera o se creyera en una pendiente resbaladiza.
Si es su primer parámetro, o se lo comió el personaje o realmente está en esa última víspera o lo domina el miedo (o lo fascina el vértigo) de estarlo o alguna otra posibilidad que se me escapa. En cualquiera de estas variantes, es alguien sensible a cuánto de inmortal –disponibilidad irrestricta de tiempo– y cuánto de tenaz para desear –disponibilidad irrestricta de ganas– podemos tolerar creernos antes de pasar a creer que dilapidamos tiempo y ganas en cosas que retrospectivamente vemos mucho menos impostergables que al momento de preferirlas. Volvemos a que el carpe diem (disfruta el día: ...) se apoya en el memento mori (...recuerda que vas a morir).

2.

Si X es, por ejemplo, un hedonista, de este lado de lo no postergado habrá gustos y placeres; del otro, en una elusión intensa, X no puede evitar postergar, por una parte, deberes, deudas, responsabilidades más o menos apremiantes (la fuerza postergadora es superior a la de voluntad...) y, por la otra, gustos y placeres menores (...o no compiten: elijo libremente al postergar).
Supongamos que X mantiene esa conjunción de fuerzas; más tarde o más temprano, la muerte le llegará a X tal cual vino deseándolo y cumpliéndoselo: “ejerciendo el placer”.

Los costos sociales de esas postergaciones, renuncias y omisiones pueden ser proporcionalmente altos; pero puede que a X no le parezcan, o al menos no tanto como las satisfacciones o felicidades que permitieron las postergaciones ahí multadas. Mínimamente, podemos decir que vienen siendo penalidades nada disuasivas para el postergador selectivo que interpreta X el hedonista, que ahí está para no dejarnos mentir.

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