Totalidades



Aprendemos a plasmar nuestro discurso en formas genéricas, y al oír el discurso ajeno, adivinamos su género desde las primeras palabras, calculamos su aproximado volumen (o la extensión aproximada de la totalidad discursiva), su determinada composición, prevemos su final, o sea que desde el principio percibimos la totalidad discursiva que posteriormente se especifica en el proceso del discurso.

Mijail Bajtín, "El problema de los géneros discursivos", en Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI, 1998, p. 276; traducción de Tatiana Bubnova


1.

Lo que Bajtín dice sobre el ensartar palabras como método para construir un enunciado, K. von den Steinen lo dice sobre el «añadir una unidad a otra unidad» como método para llegar al número 2. Lo glosa Lenz en La oración y sus partes, que a su vez es citado por Emilio M. Martínez Amador en su Diccionario gramatical y de dudas del idioma (Editorial Sopena, Barcelona, 1974; página 926, entrada NUMERALES):
«...como lo prueba muy bien K. von den Steinen, con añadir una unidad a otra unidad no se llega al número 2. Lo particular no está en que el número se compone de unidades primitivas, sino en que todo número es a la vez una nueva unidad. De consiguiente, el primer número no es uno, sino dos; y el número dos no se ha formado añadiendo uno a uno (lo que eternamente queda como «uno más uno»), sino dividiendo una unidad en dos mitades, dos unidades inferiores, cuya unidad superior es la base ya existente de la cual se parte. Von den Steinen muestra que en varios idiomas el nombre del número dos se relaciona etimológicamente con la palabra que significa «partir leñas», «quebrar palos». Dos es el palo quebrado, el que «junto con otro igual» ha formado antes una unidad» (La oración y sus partes, 103).
Es un punto de llegada –destino, meta, objetivo– el todo de los que ensartan palabras en la esperanza de hacer una frase, igual que el de quienes quieren crear el 2 sumando una unidad a otra. En cambio, el todo de los que rellenan y de los que dividen es un punto de partida: «al seleccionar las palabras partimos de la totalidad real del enunciado» y el número dos «se ha formado [...] dividiendo una unidad en dos mitades, dos unidades inferiores, cuya unidad superior es la base ya existente de la cual se parte».
Esas dos totalidades se ven también en sendos tipos de enumeración. Si enumero con la serie natural (1, 2, 3, ...), la totalidad de lo enumerado la conozco recién con el último paso (... 29 y 30), retrospectivamente (salvo que esté previamente anunciada: “A la cuenta de 3 largamos”). En cambio, si enumero con fracciones (1/5, 2/5, 3/5, ...), la conozco desde el primer paso (5); o sea, prospectivamente (como en una cuenta regresiva —la de un lanzamiento, por ejemplo).
Y ya que estamos, podemos agregar un tercer término a la serie, uno conjuntista: para Zermelo, si uno habla apropiadamente, «no habla del conjunto de todas las cosas que tienen una cierta propiedad; las 'cosas' vienen de algún conjunto A cuya existencia ya ha sido establecida»; habla «del conjunto de todos los x en A que tienen la propiedad».*

   Los fragmentos citados son del libro de Raymond Smullyan Satán, Cantor y el infinito (Gedisa, Barcelona, 1992, pp. 235 y 236; traducción de José A. Álvarez). La explicación completa es esta:
   La idea básica de Zermelo era reemplazar el principio de abstracción ilimitada de Frege, que conduce a una inconsistencia, por lo que se denomina el principio de abstracción limitada, o principio de separación, que es éste: Dada cualquier propiedad y dado cualquier conjunto A, existe el conjunto de todos los elementos del conjunto A que tienen esa propiedad. Así, no podemos hablar del conjunto de todos los x que tienen la propiedad, como lo hizo Frege, pero podemos hablar del conjunto de todos los x en A que tienen la propiedad. La razón de por qué este principio de abstracción limitada de Zermelo se denomina a veces principio de separación es que dado cualquier conjunto A, una propiedad separa los elementos de A que tienen dicha propiedad de los elementos de A que no la tienen. Ahora bien, este principio de separación nunca se ha sabido que lleve a contradicción alguna y parece improbable que así ocurra. Es, por cierto, un principio de uso común por parte del matemático que habla, por ejemplo, del conjunto de todos los números que tienen una cierta propiedad, o si está haciendo geometría, podría hablar del conjunto de todos los puntos de un plano que tienen una propiedad dada. No habla del conjunto de todas las cosas que tienen una cierta propiedad; las 'cosas' vienen de algún conjunto A cuya existencia ya ha sido establecida.
   Si usamos el principio de separación de Zermello en lugar del principio de abstracción ilimitada de Frege, la paradoja de Russell desaparece: ya no podemos generar el conjunto de todos los conjuntos ordinarios, sino que dado un conjunto A por adelantado, podemos formar el conjunto B de todos los elementos ordinarios del conjunto A. (Recordemos que un conjunto ordinario es un conjunto que no es miembro de sí mismo.) Esto no lleva a ninguna paradoja, sino meramente a la conclusión de que B, aunque es un subconjunto de A, no puede ser un miembro de A.

Bajtín, K. von den Steinen y Zermelo parecen estar diciendo que la única manera de llegar a la totalidad es partiendo de ella. Y que el viaje se hace siempre hacia un interior.

2.

Una línea que une escenas de igual tipo de relación recorre todo el ensayo de Bajtín “El problema de los géneros discursivos”. En cada episodio de la serie hay algo que no existe suelto, desligado (absoluto), sino bajo la forma de otra cosa, como las cosas para Zermelo vienen de algún conjunto —nunca absolutamente sueltas (desligadas de todo) ni absolutamente libres (con el poder de moverse sin hacerlo en el territorio de una categoría). Primero lo cito y después lo comento:
«...el discurso puede existir en la realidad tan sólo en forma de enunciados concretos pertenecientes a los hablantes o sujetos del discurso. El discurso siempre está vertido en la forma del enunciado que pertenece a un sujeto discursivo determinado y no puede existir fuera de esta forma.»
«Nos expresamos únicamente mediante determinados géneros discursivos, es decir, todos nuestros enunciados posen unas formas típicas para la estructuración de la totalidad, relativamente estables.»
«Cada enunciado separado es, por supuesto, individual, pero cada esfera del uso de la lengua elabora sus tipos relativamente estables de enunciados, a los que denominamos géneros discursivos
«Se propusieron y continúan proponiéndose otros enfoques de las funciones del lenguaje, pero lo más característico de todos sigue siendo el hecho de que se subestima, si no se desvaloriza por completo, la función comunicativa de la lengua, que se analiza desde el punto de vista del hablante, como si hablase solo, sin una forzosa relación con otros participantes de la comunicación discursiva.»
Los episodios están anidados:
    no hay discurso que no se dé bajo la forma de un enunciado;
      no hay enunciado que no se dé bajo algún género discursivo;
        no hay género discursivo que no se dé dentro de alguna esfera de la comunicación;
          y no hay esfera de la comunicación que no sea social (o sea, que no se dé dentro de alguna sociedad).
Quiere decir que la realidad social, que Bajtín identifica con lo extraverbal, es el primer requisito de lo verbal (o el último, según con qué orientación se vea). Es bajo un enunciado que tiene lugar ese contacto entre la realidad viva y lo lingüístico inerte. Escribe Bajtín, hablando de lo expresivo:
«...sólo el contacto con la realidad que se da en el enunciado es lo que genera la chispa de lo expresivo: esta última no existe ni en el sistema de la lengua, ni en la realidad objetiva que está fuera de nosotros. Así, la emotividad, la evaluación, la expresividad, no son propias de la palabra en tanto que unidad de la lengua; estas características se generan sólo en el proceso del uso activo de la palabra en un enunciado concreto.»

«Dentro del género, la palabra adquiere cierta expresividad típica. Los géneros corresponden a las situaciones típicas de la comunicación discursiva, a los temas típicos y, por lo tanto a algunos contactos típicos de los significados de las palabras con la realidad concreta en sus circunstancias típicas.»

La expresividad «nace en el punto de contacto de la palabra con la situación real, que se realiza en un enunciado individual.»

“La entonación establece una estrecha relación de la palabra con el contexto extraverbal: la entonación siempre se ubica sobre la frontera entre lo verbal y lo no verbal, lo dicho y lo no dicho. En la entonación, la palabra se conecta con la vida. Y ante todo es en la entonación donde el hablante hace contacto con los oyentes: la entonación es social par excellence” (Volóshinov, V.N., “Slovo v zhizni i slovo v poezii”, Zvezda, 1926, núm. 6, 252-253).

«Los enunciados y sus tipos, es decir, los géneros discursivos, son correas de transmisión entre la historia de la sociedad y la historia de la lengua.»

3.

Bajtín imagina una distopía comunicacional: un mundo con los rasgos inversos a los que definen el nuestro:
«Si no existieran los géneros discursivos y si no los domináramos, si tuviéramos que irlos creando cada vez dentro del proceso discursivo, libremente y por primera vez cada enunciado, la comunicación discursiva habría sido casi imposible.»
Los rasgos invertidos de los géneros discursivos en la distopía que los excluye son sus rasgos definitorios: de ser autónomos (o estar automatizados) pasan a ser dependientes (hay que «irlos creando cada vez»); de la sujeción (que supone la estandarización que supone un género discursivo) a la libertad (para variar a gusto en vez de repetir para seguir perteneciendo); de los ecos dialógicos de cualquier enunciado al debut perpetuo de cada uno.

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