Calculadora sintáctica




1. Un juego

   En gramática, la morfología estudia las relaciones que establecen entre sí los morfemas de una palabra (que son sus partes significativas). Por ejemplo, en canté hay un morfema llamado raíz (cant-), que da el significado léxico, y hay un morfema que se le acopla, llamado desinencia (), y que da la información de persona, tiempo y modo del verbo conjugado (en este caso, 1ª persona del singular del Pretérito Perfecto Simple del Modo Indicativo).
   La sintaxis es la parte de la gramática que estudia las relaciones que establecen entre sí las palabras de esa supraunidad significativa que es una oración (que no preexiste a esas relaciones, sino que resulta de ellas). Las alianzas se dan a distintos niveles de integración. Ejemplo: en La bataraza puso un huevo, «la» se relaciona con «bataraza» y la alianza «la bataraza» se relaciona con la alianza «puso un huevo», donde a su vez «un» se relaciona con «huevo» y «un huevo» se relaciona con «puso». A esas relaciones se les da el nombre de funciones sintácticas.
   De tan usual, la última relación se cristalizó. No es lo mismo que Juan ponga un huevo en la heladera a que una gallina ponga un huevo. En el primer caso, tenemos un poner algo ahí; en el segundo, un poner un huevo (es decir: el sentido se aprehende empaquetando toda la construcción o sintagma verbal, no sólo su núcleo). La gallina –o cualquier ovíparo– pone específicamente un huevo, no algo que puede ser muchas cosas, y lo pone sin una colocación, a diferencia de Juan. Dicho de un modo más sintáctico: en el primer caso, «un huevo» está complementando el sentido de «puso», junto con «en la heladera»; en el segundo, está constituyendo junto con el verbo el sentido de «poner un huevo».
   Con esa dinámica de alianzas (que también podríamos metaforizar como enlaces químicos), si vemos la sintaxis como un juego podemos decir que tiene dos reglas básicas:
       1) sus piezas pueden agruparse entre sí y formar nuevas piezas: o sea, hay piezas simples (las palabras) y piezas compuestas (las construcciones, a saber: los grupos de dos o más palabras relacionadas entre sí; la construcción mayor es la oración misma);
       2) en razón de esos niveles de integración, cada pieza –simple o compuesta– tiene una sola función y por cada función hay una sola pieza. Ejemplos: en Juan duerme, «Juan» no funciona de Sujeto y de Núcleo del Sujeto, sino sólo de Sujeto (de la Oración Simple Bimembre), y «duerme» no funciona de Predicado Verbal y de Núcleo del Predicado Verbal, sino sólo de Predicado Verbal (de la Oración Simple Bimembre); y en Llueve, «llueve» no funciona de Predicado Verbal y de Oración Unimembre (lo que sería un contrasentido), sino sólo de Oración Unimembre. Moraleja: en los falsos duelos entre una función más general y otra menos, siempre gana la más general.
   La regla 1 dice cómo pueden ser las piezas del juego; la 2, cómo pueden jugar. Cómo deben jugar es algo que dice el reglamento del juego, porque ambas reglas lo que tienen de básicas lo tienen de triviales. En principio, el reglamento sintáctico se puede reducir a esta interpelación a cada pieza: «Dime qué eres y te diré de qué juegas».
   Notemos que para decirle de qué juega no le pide informar qué significa, sino sólo qué (clase de) pieza es: si es una pieza sustantiva, una adjetiva, una verbal, una adverbial, etc. Dicho de otra manera: en principio, en sintaxis no importa el significado de la pieza en sí (el significado léxico), sino sólo el de la clase a la que pertenece (que puede significar una sustancia, una cualidad, un evento, una circunstancia, etcétera). O eso se pretende.
   Para ver fracasar esa pretensión, imaginemos que un reglamento de fútbol multiespecies estipula que sólo un batracio puede jugar de arquero, sólo un pez puede jugar de defensor o de mediocampista, y sólo un cetáceo puede jugar de delantero. Imaginemos ahora que en un partido concreto una ballena juega de mediocampista y nos parece bien; algo así sería que una pieza sustantiva, por su significado léxico, jugara de Circunstancial de Tiempo, por ejemplo, que es algo propio de una pieza adverbial con esa significación (hoy, ahora, ayer).
   Más adelante veremos un ejemplo, pero ya podemos notar que la interpelación se complejizó: «Dime qué eres y qué significas y te diré de qué juegas» ni bien me haya fijado qué son y qué significan las otras piezas con las que interactuás o que interactúan con las que interactúan con vos, etc. De hecho, ni siquiera es necesario hablar de un sustantivo jugando de adverbio para advertir la importancia crucial del significado léxico. Para argumentarlo, volvamos a mi frase de cabecera.
   En La bataraza puso un huevo hay dos sustantivos jugando de sustantivos, ambos en 3ª del singular, pero no sabríamos cuál está concordando en persona y número con el verbo y cuál está meramente coincidiendo (es decir, cuál juega de Sujeto y cuál de Objeto Directo) si no supiéramos sus significados y el del verbo. Que el descarte sea tan inmediato que no nos detengamos en la posibilidad de que un huevo haya puesto (a)🌤 una bataraza no significa que no lo hagamos al elegir la otra posibilidad. Ese descarte y esa elección son lexicalmente semánticos y están en la base de cualquier conexión sintáctica. Una persona puede dar eso por sobreentendido cuando analiza una oración; una calculadora, no.
🌦 La «a» de un Objeto Directo es diacrítica: cuando puede haber ambigüedad, explicita la dirección de la relación, como si fuera una flecha indicándonos cuál de dos caminos tomar. La oración agramatical *Juan espera Pedro tiene dos soluciones posibles, una por cada dirección de la transitividad: A Juan espera Pedro o Juan espera a Pedro. Con la «a» desempatamos entre dos candidatos igualmente buenos para el cargo de Sujeto de esperar.
   En cambio, en Juan espera la navidad (o el bondi o la lluvia), la «a» no es necesaria porque sabemos que la navidad, el bondi y la lluvia no esperan, algo que sí puede hacer Juan. Y ese saber es el de los significados de las palabras. Con ese conocimiento, la dificultad se reduce a identificar quién espera y qué es esperado, cosa que hacemos en el acto.
   La necesidad de diferenciar quién espera y quién es esperado también surge a nivel semántico; la prueba es que persiste aun con la diferencia morfológica de persona y/o de número. Los candidatos no dejan de parecernos iguales por que se presenten distinto (en 1ª y 3ª del singular, por ejemplo): Juan no va a decir *Espero Pedro, sino Espero a Pedro. Seguimos reaccionando a la necesidad de desambiguar, aun cuando ya lo haga la morfología verbal.
   Vimos las diferencias activo-pasivo entre quién y quién y entre quién y qué; veamos entre qué y qué. En Una diáfana mañana ilumina el arado, sabemos qué ilumina y qué es iluminado sin necesidad de una «a», nuevamente gracias a nuestro conocimiento semántico: una mañana puede iluminar; un arado, no.
   En cambio, si digo Una vela ilumina a una linterna, no creo que a nadie le haya dolido su oído gramatical por esa «a», que viene a desempatar entre dos candidatas iluminadoras (esperar que la más potente ilumine a la menos favorece que aceptemos la preposición flecha, que nos reasegura que este es el caso inverso). Esa «a» también podría no estar, y el desempate sería por orden de aparición: el primer qué es Sujeto; el segundo, Objeto Directo.
   Si esto fuera un ensayo, este sería su epígrafe:

«Aquí Alicia empezó a adormecerse un poco, y continuó diciéndose, como si soñara:
—¿Comen murciélagos los gatos? ¿Comen murciélagos los gatos? —y a veces—: ¿Comen gatos los murciélagos? —porque, como no tenía respuesta para ninguna de las preguntas, no importaba demasiado el modo en que las hiciera.»

Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas


   ¿La concordancia de persona y número es una explicitación morfológica de la conexión sintáctica sujeto-predicado o es su regla de activación (si concuerda, es el sujeto)? ¿Es constatativa o es performativa? El verbo castellano cambia su forma (flexiona: se conjuga) para explicitar o establecer esa conexión. En la otra punta del puente, más transformers son los pronombres personales, los únicos del clan que pueden hacer de Sujeto Expreso: yo; vos o ; él, ella; nosotros/as; ustedes y/o vosotros/as; ellos/as (y donde hay barras de género piden pista las variantes con “e”: nosotres, vosotres, elles).
   Si una calculadora tuviera la habilidad morfológica de distinguir persona y número de cada pieza verbal y de cada pieza sustantiva, la necesidad de una habilidad léxico-semántica se limitaría a los casos coincidentes (como el de «bataraza», «huevo», «puso»), que igual son un montón. Veamos uno de los otros casos.
   En Yo adivino el parpadeo de las luces, sabiendo que el verbo está en 1ª del singular la calculadora ya podría descartar que «el parpadeo de las luces» (3ª singular) juegue de Sujeto. No necesitaría saber qué dicen esas piezas que se presentan bajo esas formas para saber cómo se relacionan. Hacer abstracción del significado de las palabras, manejarse suficientemente con sus membresías a tal o cual club de palabras (clases categoriales), es el sueño húmedo de las máquinas.

2. Un cálculo

   Dejemos por el momento el juego y pasemos a ver la sintaxis como un cálculo, que es otra metáfora que puede cuadrarle. Una calculadora aritmética tiene botones “semánticos” (los dígitos del 0 al 9) y botones operacionales (los básicos son los de suma, resta, multiplicación y división). Análogamente, la calculadora sintáctica tendrá como botones semánticos clases de palabras (como sustantivo, adjetivo, verbo, etc.) y tendrá como botones operacionales las cuatro relaciones básicas que pienso que existen, a saber:
    1) Predicación: A predica algo sobre B.
    2) Modificación: A modifica a B.
    3) Subordinación: A subordina a B.
    4) Coordinación: A coordina a B con C.
   Las piezas semánticas pueden reducirse a seis tipos: piezas sustantivas (SUS), adjetivas (ADJ), verbales (VER), adverbiales (ADV), más PREposiciones y CONjunciones. A cada una de las cuatro primeras se asimilan determinadas construcciones y otras clases de palabras (por ejemplo, un pronombre personal juega igual que –equivale a– un sustantivo; un artículo, igual que un adjetivo; un verboide, igual que un verbo).
   Para no seguir hablando en el aire, veamos el boceto que hice de la calculadora sintáctica:



   Las cuatro relaciones sintácticas básicas son transitivas y ninguna es recíproca. Por ejemplo, en la construcción sustantiva montaña alta, «alta» modifica a «montaña», pero «montaña» no modifica a «alta»: sólo es modificada por «alta». Ergo, cada relación básica tiene una versión activa y otra pasiva (izquierda y derecha de cada botón operacional, respectivamente). Así,
ADJ + Ma + SUS
se lee: “Pieza adjetiva modifica a pieza sustantiva”. Pulsados los correspondientes botones en ese orden, el display mostrará la función sintáctica “Atributo” (o “Modificador Directo, tipo Atributo”). Su inversa (su versión pasiva) es
SUS + Mp + ADJ
y se lee: “Pieza sustantiva es modificada por pieza adjetiva”. En este caso, el display mostrará el resultado “Núcleo de una Construcción Sustantiva”, la cual puede estar jugando de Sujeto, de Aposición, de Término de varios modificadores, tanto de un sustantivo (Término de un Modificador Indirecto) como de un verbo (Término de un Objeto Directo con “a”, o de un Objeto Indirecto, o de un Complemento Circunstancial, o de un Complemento Agente). Las versiones pasivas nos dan las funciones de Sujeto, Término, y núcleos de distinto pelaje; las versiones activas nos dan el resto de las funciones.
   Como se ve, las operaciones relacionan piezas semánticas. Siguiendo una distinción que viene de la lógica medieval, hay cuatro clases categoremáticas (representan sentidos referenciales: sustancias y cualidades de sustancias, eventos y cualidades de eventos, para decirlo rápido) y dos sincategoremáticas (una preposición o una conjunción no tienen referencia externa: representan relaciones, lo que las ubica a mitad de camino entre los otros botones semánticos y los botones operacionales –por eso los distinguí con otro color y otro tamaño, pero en el área semántica).

   Por ese display tienen que poder pasar todas las funciones sintácticas que hay. En el cuadro que sigue las voy a ir desplegando sobre una misma oración. Las únicas que veo que no están son las funciones de Predicado Nominal (El arroz, la base de toda comida china) y Predicado Adverbial (El dólar, en alza). Son fáciles de calcular:
SUS (o ADJ) + Pa + SUS
ADV + Pa + SUS.
Pero tal vez no sean más que Predicados Verbales con el verbo elidido y sobreentendido (mucho ser y estar por ahí). Si es así, hay Predicados Verbales Expresos y Predicados Verbales Tácitos, como los Sujetos.
   Como sea, lo que importa es que la función que no esté listada en el cuadro pueda tener su secuencia de pulsaciones. Si no pudiera, tendríamos un problema.

Cuadro con las funciones sintácticas, sus fórmulas (pulsaciones en la calculadora) y sus ejemplos

   La utilidad de esta calculadora sintáctica no es práctica; es pedagógica: sirve para visualizar y comprender que la sintaxis es un cálculo, donde cuatro operaciones conectan seis tipos de pieza y a cada conexión la llamamos función sintáctica.
   Y no es práctica porque corre por nuestra cuenta la decisión de qué se conecta con qué y cómo, en base a saber qué significan las palabras en danza; por ejemplo, la decisión de conectar «la bataraza» con «puso un huevo» en una relación de predicación, de la que es el Sujeto, y de conectar «un huevo» con «puso» en una relación de modificación (es su Objeto Directo).
   De las posibles conexiones entre esos dos sustantivos y ese verbo, sin conocer qué significan no tenés una razón para inclinarte por uno de los dos pares de conexiones, o sea, para interpretar, que acá supone quedarte con una conexión por sustantivo y descartar el resto por absurdo, descabellado, disparatado y/o simplemente impropio (un mix de eso sería apostar por «un huevo» como Sujeto de «puso» y «la bataraza» como Objeto Directo). Seas persona o calculadora, sin saber qué dicen esas palabras no podés saber de qué juegan, cómo se relacionan (ni, por lo tanto, qué suprasentido emerge de sus interacciones, que es el sentido del enunciado).
   Como es obvio (pero no menos decepcionante), esta calculadora no es un analizador; no le tirás una oración y te la devuelve analizada. Lo único que podés hacer es preguntarle cómo se llama la función que conecta así esto con eso y leer la respuesta en el display. Y para hacerlo necesitás las habilidades sintácticas de seleccionar bien el así de la conexión y de reconocer el esto y el eso conectados. Ya hay que saber algo de sintaxis para usar esta calculadora, pero enseñar a usarla es enseñar sintaxis.
   En todo caso, lo que me interesa es que cualquier enlace entre las piezas del juego puede formalizarse, es decir, identificarse con una fórmula, una secuencia de pulsaciones. Toda conexión sintáctica tiene una y sólo una fórmula (o una por interpretación, si puede interpretarse de más de una manera).*
   Según mis anotaciones casuales, el 18 de diciembre de 2002 Rolando Graña dijo en su programa de TV: “En los 90, Menem relajó los controles del juego por dinero.”
   Interpretar que Menem relajó los controles de eso que llamamos 'juego por dinero' es interpretar que «por dinero» se conecta (hace sentido) con «juego»: (PRE + Sa + SUS) + Ma + SUS (Modificador Indirecto).
   En cambio, interpretar que Menem relajó por dinero los controles del juego (como también se le dice, más breve) es interpretar que «por dinero» se conecta con «relajó» y es su Circunstancial de Causa: (PRE + Sa + SUS) + Ma + VER.
No a la inversa: una fórmula puede corresponder a más de una conexión, como muestran las enumeraciones de la columna Función.
   Algunas serán conexiones del mismo tipo, como las de un Atributo (juega un adjetivo) y un Determinante (juega un artículo) en «la presidenta saliente»; ambos son modificadores de un sustantivo y caben, en esta simplificación, en la fórmula ADJ + Ma + SUS. Entre los modificadores de un verbo puede haber más distancia. Por ejemplo, pulsar SUS + Ma + VER puede dar como resultado un Objeto Directo sin “a” («las cuentas»), un Objeto Indirecto cumplido por un pronombre objetivo («le»), o un Circunstancial («el lunes»).
   Llegamos al ejemplo pendiente de una pieza sustantiva jugando adverbialmente: «el lunes» es la circunstancia temporal –el cuándo– de la acción de María de dejar limpias las cuentas del club. Con saber sólo que es una construcción sustantiva, y no qué significa, no podríamos saber que es el cuándo de esa acción, ni siquiera por descarte (descartar que sea su quién o su qué, que ya están asignados, no conduce sí o sí a que sea su cuándo). Una inteligencia artificial podría simular saberlo de un modo indistinguible a como mi inteligencia humana parece saberlo; mi calculadora sintáctica, no.
   La misma pieza compuesta (y con el mismo significado léxico) en otra oración puede funcionar nominalmente; por ejemplo, como Sujeto de El lunes es el primer día laboral de la semana. Y seguiríamos entendiéndolo como Sujeto en la variante anómala *El lunes Juan es el primer día laboral de la semana gracias a conocer su significado y el de las otras palabras. Sin ese conocimiento, no podríamos descartar como Sujeto a «Juan», que ahí no tiene nada que hacer (salvo que lo pongamos entre comas para volverlo un vocativo).

   Por último, pero no menos importante: no toda secuencia de pulsaciones es válida; el display de esta calculadora sintáctica, al igual que el de la otra, puede mostrar ERROR como resultado. Por ejemplo, la secuencia SUS + Ma + ADJ (una pieza sustantiva modificando a una pieza adjetiva) da error, como las otras recíprocas (SUS + Pa + VER; VER + Ma + SUS; VER + Ma + ADV; etc.). Otros errores no son conexiones recíprocas a las que se usan, sino meros disparates; por ejemplo, ADJ + Ma + PRE (una pieza adjetiva modificando a una preposición); o CON + Sa + ADV; o VER + Ca + VER; etc. De lógica inversa o ilógicas, en el juego de la sintaxis no existen esas jugadas, no son legítimas: no hay una función sintáctica que resulte de hacer esas conexiones.
   Si jugáramos al azar con los diez botones de la calculadora, la inmensa mayoría de los resultados serían ERROR. Análogamente, la combinatoria ciega de 25 elementos (22 letras, el espacio, la coma y el punto) que llena los libros del cuento “La Biblioteca de Babel”, de Borges, hace que la inmensa mayoría sean libros sin frases ni palabras en ningún idioma (como el libro que contiene la secuencia «MCV» de principio a fin).
   Otro ejemplo: nadie esperaría leer la oración La bataraza puso un huevo en el desparramo de una sopa de letras que cayó al suelo. Escribir la frase es tomar un atajo a ella, que el azar nos depararía sí o sí recién después de muchísimos años y sopas volcadas.
   Al definir –gramática mediante– qué se puede hacer y qué no, qué tiene sentido y qué no, una lengua es un archipiélago de jugadas legítimas rodeado por un océano de jugadas ilegítimas. En eso es como cualquier otro juego (incluido el de la aritmética).

3. Un grafo

   Convirtamos los cuatro botones semánticos de las clases categoremáticas en cuatro puntos de un grafo, y los dos botones operacionales M(odificación) y P(redicación) en dos tipos de líneas de relación entre esos puntos, representadas por una línea continua y una punteada, respectivamente. Como todas las relaciones son transitivas y no recíprocas, las líneas que las representan son vectores: flechas que dan el sentido del tránsito.
   Con los otros dos botones operacionales, que son los únicos que usan los otros dos botones semánticos (los de clases sincategoremáticas: PREposiciones y CONjunciones), hacemos esto:
       al botón S(ubordinación) lo convertimos en dos estados del punto SUS(tantivo), libre o no libre ("subordinado" a una preposición –nexo subordinante– que le impide candidatearse a Sujeto);
       al botón C(oordinación) lo convertimos en dos configuraciones básicas de cualquier punto del grafo: simple o compuesta (...por dos o más puntos de la misma clase, normalmente, o de clases distintas, menos común).
   Como la coordinación de dos o más piezas no cambia la función (el tipo de vector, continuo o punteado) que tiene cada una, podemos considerarla disponible y mostrar un grafo de configuración simple en todos sus puntos:


   El vector doble de una pieza ADJ que modifica a una pieza SUS L y a una pieza VER corresponde a la única función bivalente de la sintaxis: Predicativo (Subjetivo –SUS L juega de Sujeto o Núcleo del Sujeto– u Objetivo –SUS L juega de OD–).*
La pieza sustantiva modificada por un Predicativo Objetivo cumplido por otra pieza sustantiva, en vez de adjetiva, puede jugar de OI, como en «A la grande le puse Cuca».

   Los vectores que apuntan a su origen significan que un ADV puede modificar a un ADV («muy lentamente») y que un SUS puede modificar a un SUS, a saber:
       un SUS L puede modificar a un SUS L (Aposición: «Ahí viene Juan, el hermano de María»),
       o a un SUS ~L (Aposición: «Ese es el auto de Juan, el hermano de María»),
       así como un SUS ~L puede modificar a un SUS L (MI, c.p.: «el hermano de María»).
   El análisis sintáctico grafoide de


se vería como una versión estilizada de los análisis (¿sinópticos?) de oraciones en latín que hacía Eduardo Prieto en el pizarrón:


   Expando la oración para que estén representadas casi todas las funciones sintácticas, cada una con su propio color. Las que faltan tendrán otro color, pero no un nuevo tipo de relación, algo distinto a la predicación, la conjunción y la modificación. Por ejemplo, faltan tres modificadores, uno de sustantivo (la Aposición) y dos de verbo (el Objeto Indirecto y el Complemento Agente); los tres estarían dentro de elipses con flechas de trazo continuo.


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