Aleaciones Spock (Razón y fuerza)




1.

   Este ensayo es el cuarto que nace de un desprendimiento de “Entusiasmos XV (El planeta de los deseos) (el tronco y sus ramas están reunidos en el –casualmente– libro 15 de Pequeñas turbulencias).
   En “I, Mudd” (Star Trek, T2E12, 1967), la tripulación del Entreprise cae cautiva de unos androides siervos que andan necesitados de amos que le den sentido a sus vidas. Los necesitan desde que una supernova extinguió a los que tenían, los “expertos en diseño” que los habían creado y programado para servir (si los crearon a imagen y semejanza suya, hay que decir que los “casi humanoides” se ven idénticos a los humanos).
   La oferta debe ser la más extraña que hayan formulado unos captores: A cambio de que sean nuestros amos en nuestro planeta, les cumpliremos todos los deseos. Más de oro no puede ser la jaula.
   La gracia de “un mundo donde absolutamente todo lo pueden obtener simplemente solicitándolo” es que no necesitan irse de ahí, innecesidad que se complementa con la necesidad de retenerlos que tienen los androides.
   Los cautivos de esta jaula de oro son como Carlos Argentino Daneri, cuyo aleph le lleva el mundo sin moverse del sótano de su casa (de hecho, a condición de que no se mueva). Son como «el hombre moderno», para quien «el acto de viajar era inútil» porque todo lo resolvía «en su gabinete de estudio, (...) provisto de teléfonos, de telégrafos, de fonógrafos, de aparatos de radiotelefonía, de cinematógrafos, de linternas mágicas, de glosarios, de horarios, de prontuarios, de boletines…». (El hombre contemporáneo –posmoderno o no– lo resuelve en una pantalla con conexión a internet, sin importar dónde esté.)
   Si los humanos pretenden conservar el poder de hacerse cumplir los pedidos, necesitan no irse, porque fuera de ahí lo pierden. ¿Querés algo? No salgas a buscarlo: pedilo y quedate para recibirlo, que en el acto te lo llevamos hecho (espera nula, ideal para ansiosos). Veamos dos tomas de lo que implica esto.
   Toma 1. Los planes y las misiones humanas para alcanzar un objetivo, junto con los esfuerzos y habilidades que requieren, quedan obsoletos ante ese poder peticional, como las búsquedas físicas de información (por ejemplo, buscar un libro en una biblioteca o una palabra en una página) van quedando obsoletas ante un buscador de internet, un Ctrl+F, o una IA asistente, que te la entregan en pantalla (o leída con la voz que elijas).
   Toma 2. Cualquier deseo de un amo cautivo de la “fecha espacial 4513.3” va a ser como es hoy la información: algo que obtenés “simplemente solicitándolo”, en este caso a androides programados para “proporcionar cualquier cosa que un ser humano les solicite, en número ilimitado”.

1.1

    En los recién llegados a la jaula de oro, hay una lucha entre el deber a cumplir, que tira hacia la misión del Enterprise (me debo a otros) y el placer de los deseos cumplidos, que tira hacia la permanencia en el paraíso (no me debo a nadie). Es otro avatar de la lucha entre lo racional, lo lógico, lo planeado, lo cultural, lo nuevo, lo humano (la civilización) y lo irracional, emocional, impulsivo, instintivo, primitivo, animal (la subhumana barbarie). (Es obvio de qué lado se etiquetó a los contrincantes.)
   A cualquier ser híbrido (de modo estable o en transición) le pasaría lo mismo. Puede metaforizarse como una lucha, o como una mezcla en movimiento, o como una tensión por tirones divergentes... Lucha / mezcla / tirones divergentes que también encontramos como tema, por ejemplo, en la centauromaquia, en un ensayo de Theodor Adorno, en dos cuentos de Borges, en la profesión de guardaespaldas, y en el interior del niño Spock, de madre humana y padre vulcano. Hablemos del niño Spock.

2.

   El 30/9/23 vi en Wikipedia el dato del niño Spock «en la discordia de sus dos linajes» y le hice una captura de pantalla:


   Una semana después googleé cuál era ese episodio; a la segunda página de resultados inútiles, cambié de método: se lo pregunté a ChatGPT, que no usaba desde abril. Su respuesta fue certera y útil, sin “alucinaciones” ni datos falsos:


   En el episodio, emitido el 15 de septiembre de 1973, Spock hace un “Retorno al pasado” –título que escuchamos en el audio latino mientras leemos “Yesteryear”. Su deber es salvarle la vida al Spock de 7 años, como recuerda que lo hizo hace 30 su primo Selek y lo deshizo el viaje al pasado del que acaba de volver, junto con Kirk y Erickson (uno del “grupo de historiadores que investigan la historia de la Federación”, a quienes el Enterprise tiene la misión de ayudar).
   Mientras el trío estaba viendo el nacimiento de la civilización de Orión, el Vórtice del Tiempo fue usado por los historiadores Aleek-Om y Grey, acompañados por McCoy, para revisar la historia de Vulcano de hace 30 años. Lo que cambió la línea temporal en la que empezó y terminó el viaje no fue una acción de Spock, sino una reacción del universo, que evitó la ilogicidad de una bilocación:
Kirk ~Spock, ¿se parecía Selek a como eres tú ahora?
Spock –Me parece que sí, Capitán. Y sé lo que usted está pensando: que fui yo quien se salvó a sí mismo la otra vez.
Kirk ~Pero esta vez tú estabas en el pasado de Orión cuando los historiadores repasaban con el Vórtice del Tiempo la historia de Vulcano. No, no podías estar en dos lugares a la vez, así que moriste como niño.

Toma 1
   El universo evitó una bilocación, aunque dejó pasar dos autosalvaciones, que no son anomalías menores. El primo Selek fue el Spock actual salvándose aquella vez del mismo peligro del que se salvará en esta: el ataque de un animal salvaje. Spock viaja para producir el hecho que recuerda, que se ha borrado. “No podías estar en dos lugares a la vez”, pero parece que sí podías –y que debías– estar dos veces en el mismo 'lugar' de la línea del tiempo.
   Lo de «salvándose» presupone la interacción de dos entidades –una infantil, la otra adulta– de una identidad, la de Spock (para no hablar de una bi-identidad en una locación). Nada de juntarse con su yo de 7 años sólo para charlar; se junta para salvarle la vida. Cuando lo logre, habrá restaurado su sobrevida en la línea temporal de partida, donde figuraba muerto a tan corta edad.
   Esa restauración implica, vista desde la despedida de Selek, que el Spock de 7 hará y vivirá durante 30 años lo mismo que hizo y vivió el de 37 que lo salvó; el salvado repetirá la vida de su salvador. A la salida del Vórtice del Tiempo, en el regreso del segundo viaje de la “fecha espacial 5373.4”, todo debe ser como era antes (y como recuerda Kirk), con el sobreviviente Spock de Primer Oficial del Enterprise, no un andoriano.
   Durante su estadía en el pasado de Vulcano, en vez de una bilocación Spock presenta un biestado en la línea de tiempo alterada: está muerto (desde los 7) y está vivo (hasta hoy, con 37). Su mera coexistencia ya es una paradoja temporal, la más clásica.
   En un mundo posible alternativo (un sendero del jardín, un libro de la Biblioteca babélica, un universo paralelo), la guionista Dorothy "D. C." Fontana hace que el episodio muestre a Spock regresando de ese viaje al pasado de Orión y perdiendo de golpe la memoria acumulada desde los 7 hasta hoy. Memento mortuam esse.
   Se viene la preguntadera. ¿La primera vez también grabó en su bitácora personal “he regresado al pasado en un intento de restaurar el futuro”? ¿En el primer salvataje el adulto también corrigió la muerte contradictora del niño, como en el segundo? En 30 años, cuando ese niño de 7 recién salvado cumpla 37, ¿volverá a salvar de las garras y fauces de un le-matya a su yo de 7? ¿Quedó atrapado en un loop o fue un salvataje en dos tiempos? “Eso nunca ocurrirá”, dice Selek/Spock en su despedida sobre su regreso a esa casa; ¿la vez anterior dijo lo mismo?
   Podría ser, pero también podría ser que no, y por mejores razones. Después de todo, Spock regresa al presente del que partió, que es un momento posterior al del peligro de loop; habiendo dejado atrás la decisión de viajar al pasado de Orión, está a salvo de un eterno y grácil bucle.
   En cambio, si regresara a un momento anterior a ese viaje, que coincidió con la revisión de la historia de Vulcano de hace tres décadas, el loop sería posible. Pero improbable: ¿qué sentido tiene que este Spock resuelva hacer de nuevo el viaje cuyas consecuencias viene de revocar? El regreso no le borra la memoria y lo más sensato es pensar que ya habrá escarmentado. Peor que tropezar dos veces con la misma piedra es que sean dos veces muy seguidas. Sin loop, la pregunta que queda sin respuesta es otra: ¿por qué tuvo que ir a salvarse la vez anterior?

Toma 2
   Más que de bilocación, el problema es de inasistencia: “moriste como niño” porque no estuviste ahí para evitarlo como la otra vez, hace 30 años; te fuiste al pasado de Orión justo cuando los historiadores revisaban el de Vulcano, donde el primo Selek no estaba salvando al niño Spock.
   Por supuesto, si la bilocación fuera posible, podrías haber estado en ambos sitios 'a la vez'. Pero no es posible, y con tu viaje a Orión dejaste que en Vulcano el animal salvaje te matara, en una prueba que te salió mal y a la que ahora volvés para superarla (a los 37, a los 7, a los 7 y a los 37, respectivamente).
   Superarla implica consumar la mudanza de la línea de tiempo donde estás muerto desde los 7 años, y donde el comandante actual del Enterprise es el andoriano Thelin, a la línea de tiempo donde tu yo de 37 te salva de morir a los 7 y hoy el comandante sos vos.
   La cirugía de esta restauración no es tan fina como la que imagina el narrador de “La otra muerte” (Borges, El Alpeh, 1949), para quien
«no cabría anular un solo hecho remoto, por insignificante que fuera, sin invalidar el presente. Modificar el pasado no es modificar un solo hecho; es anular sus consecuencias, que tienden a ser infinitas. Dicho sea con otras palabras; es crear dos historias universales».
   El universo de “Yesteryear” no es tan sensible. La posibilidad de modificar el pasado está reglada: ante la pregunta de Kirk de si es posible que Spock “regrese a Vulcano y repare la línea del tiempo para que todo sea como antes”, el Guardián le responde que “es posible si no cambia otro factor mayor”. De hecho, un factor cambiará, pero no será mayor: al menos para el universo, la vida del niño amo es más importante que la de su mascota, leal confidente y guardaespaldas cabal.

2.1

   La ocasión en que murió el niño Spock nos vuelve al tema de la aleación racioemocional o emorracional: fue durante “el Kahs-wan, una prueba de supervivencia, tradicional entre los jóvenes” de Vulcano, según completa Spock el dato que está leyendo un historiador (si lo hubiera dejado seguir, se habría ahorrado una confusión de fechas).
   En el caso del niño Spock, que es un "impuro"
En una clase, una estudiante de padre argentino y madre japonesa contó que en su adolescencia en Japón escuchaba de fondo la voz del padre de la amiga con la que hablaba por teléfono: “Cortá con esa impura”.
y sufre bullying por eso, la prueba también implica elegir irreversiblemente “la filosofía humana o la vulcana”:


   Sarek, el padre de Spock, deja definida cómo es la filosofía humana definiendo su inversa, la vulcana: “control y orden lógicos, en lugar de bajas pasiones y el instinto”, que te vuelven una presa constante de tus emociones. (En el original, en vez de un dúo lógico hay un trío, con la lógica en el medio, el orden a su izquierda y el control a su derecha: «Order, logic and control in place of raw emotions and instinct».)
   Los otros dos rasgos de la identidad vulcana inversos a los de la humana parecen una consecuencia de los anteriores, aunque Sarek los diga al principio: “nada de guerras ni crímenes”, nada de peleas en la calle, defectos todos originados en alguna “falla emocional”.

   Hablando con Amanda, su madre, Spock/Selek se da cuenta de que “el vigésimo día del Tasmeen”, que es mañana y es el día que recuerda haber sido salvado por su primo, no es el día del Kahs-wan, que será el mes que viene. “Parece que he perdido la cuenta del tiempo”, murmura. Mientras tanto, en el patio el padre le está metiendo presión al niño para ese día:
“Pronto deberás pasar la prueba de la madurez en el desierto. Sobrevivirás 10 días sin alimento, agua ni armas; la fuerza de Vulcano exigirá de ti como nunca antes lo había hecho. Fracasar no sería una desgracia para otros; si tú fracasas, habrá muchos que te digan cobarde durante toda tu vida. Espero que eso no ocurra.”
   Horas después, mientras graba la “bitácora personal” y se explaya sobre el origen y el sentido del Kahs-wan, Spock ve salir hacia las montañas a su niño exterior, y entonces recuerda. Antes de la prueba oficial del próximo mes quiere ponerse a prueba a sí mismo (reflexivo entre coetáneos: el Spock examinado y el Spock examinador tienen la misma edad). “Esta prueba personal iba a significar el curso que mi vida tomaría”, vuelve a grabar en su bitácora a los 13'21'' del episodio:


   Spoiler: el niño Spock fracasa en su prueba personal. No se vale por sí mismo: la compañía que rechazó (su mascota) y la que ignora tener (su yo venido del futuro) le salvan la vida. Es decir, lo sacan de la línea de tiempo –el jardín del sendero– en que lo mata el animal salvaje y en que su madre, recién separada y en pleno duelo, muere en un accidente en el viaje de regreso a la Tierra.
   Spock vino a salvar dos pájaros de un tiro (literal, de un apretón de cuello); vino a cumplir su deseo y su deber de salvarse directamente y de salvar indirectamente a su madre (la supervivencia del niño Spock previene/evita la ocasión y los motivos del trágico viaje). Vayamos al minuto 13:46 del episodio:


   Las “grandes emociones y sensibilidad” de la madre son “flaquezas”, debilidades (y, por lo tanto, vulnerabilidades, a ojo de buen guerrero). Pero tener “sangre humana [.] no es algo fatal”. De hecho, sin mezcla de sangres, con papá y mamá de Vulcano, también hay emociones, pero no son flaquezas porque en vez de dominar, están aisladas y controladas (Divide y controlorás, controla y dominarás):
“Lo que aun no has entendido, Spock, es que los vulcanos sí tenemos emociones, sólo que nosotros las controlamos. La lógica ofrece una serenidad que los humanos no han desarrollado. Tenemos emociones, pero logramos aislarlas y no permitimos que nos dominen.”
   Entonces, ¿qué diferencia a humanos de vulcanos? No la presencia o ausencia de razón o de emoción (las purezas), sino resultados diferentes de la misma lucha entre la razón y la emoción (las mezclas). El ser vulcano es la utopía del ser humano –un animal racional– que se aleja de lo animal (a fuerza de bajar su porcentaje en la aleación y de subírselo a lo racional) y desarrolla esa serenidad que ofrece la lógica y que conduce a la erradicación de guerras y crímenes.
   Para esta utopía, muerto el odio se acabó la rabia. Pero la relación de esa emoción destructiva con una guerra o un crimen a veces puede ser instrumental, no causal. Podés mandar a pelear sin odiar, por interés y no por odio. Y el interés es un cálculo racional. ¡Es la economía, estúpido!
   El ser vulcano se aleja de las emociones pero no las abandona, como se aleja de ser guerrero pero conserva como rito de madurez el Kahs-wan, que no es una prueba de virtudes dialécticas en un banquete: es una prueba de virtudes guerreras (el coraje y la fuerza) ante la sed, el hambre y la hostilidad del desierto.
   ¿Y por qué ese “antiguo rito del tiempo de los guerreros” sobrevivió al cambio de “filosofía” vulcana, cuando se volvió pacífica y pacifista gracias a la lógica? Si fuera por el doblaje latino de la bitácora personal de la fecha espacial 53, no nos enteraríamos:
“Cuando los vulcanos aumentaron su lógica, razonaron que debían mantener la prueba como una muestra de valor y fuerza, demostrando que la razón es más poderosa que la fuerza.”
   No entiendo cómo “una muestra de valor y fuerza” estaría “demostrando que la razón es más poderosa que la fuerza”. El doblaje nos tapa la causa de esa sobrevida guerrera y pone en su lugar una demostración floja de papeles de un veredicto escrito de antemano y con alma de moraleja. En el original vemos que se trata de una causa final, un para qué; dice esto:
“When Vulcans turned to logic, they reasoned they must maintain the tests of courage and strength to keep pure logic from making them weak and helpless.” (Traducción propia: Cuando los vulcanos hicieron su giro hacia la lógica, razonaron que debían mantener las pruebas de coraje y fuerza para evitar que la lógica pura los volviese débiles e indefensos.)
   Pacíficos sí, boludos no. Mejor o peor, las aleaciones de razón y emoción funcionan; las purezas no. Lo que quieren evitar con la continuidad del rito guerrero es la mismísima lógica pura. La idea es que aisle y domine a las emociones, no que las elimine. Sin ellas los vulcanos se vuelven vulnerables, como cualquier hijo de vecino: “débiles” para devolver un golpe, “indefensos” para recibirlo.

2.2

   La agonía de I-Chaya abre una segunda prueba personal para el niño Spock, que a los 16'07'' le dice a su primo Selek algo similar a lo que le dijo a su mascota al inicio de la primera:
1ª) “Esta es mi prueba; por eso debo ir solo. Quédate.“
2ª) “Este es mi deber; nadie debe hacerlo en mi lugar. ¿Puedes quedarte con él (= I-Chaya)?”


   Lo que “mi prueba” tiene de exclusiva, “mi deber” lo tiene de intransferible. Solo, el niño Spock desaprueba; si no le costó la vida, fue gracias a las transgresiones a esa exclusividad que fueron las intervenciones de I-Chaya y de Selek. Pero su de­ber lo cumple, a pesar de los peligros del largo camino y de la reticencia inicial del curandero, que teme ser víctima de una broma (costumbre humana deplorable e impracticable para los vulcanos, que “no gastan bromas”, como le recordará McCoy a Spock en la última escena).
   Es como si la segunda prueba consistiera en
    un examen de lógica (“Eres un vulcano. ¿Qué es lo que te indica la lógica?”),
    otro examen de sentido del deber,
    un examen –el original– de velocidad, resistencia y valentía (ante fuerzas irracionales y en un escenario natural y hostil: la extensión y los peligros del desierto salvaje),
    y otro examen de persuasión (ante fuerzas racionales y en un escenario urbano amable, como la casa del curandero al que persuade).
   A los 18'31'', Selek/Spock le da por aprobada la prueba y le pronostica –con el diario del lunes– un exitoso Kahs-wan y un padre no desilusionado:


   Aquello de controlar las emociones, que el niño Spock escuchó de su padre y de su pseudoprimo, es inmediatamente puesto a prueba (y/o ilustrado) con la inminente pérdida de I-Chaya, que un buen vulcano debe afrontar “sin derramar lágrimas”. ¿Cómo? “Comprendiendo que todas las vidas llegan a su fin cuando el tiempo lo exige” y que “perder la vida es deplorable sólo cuando ésta ha sido inútil”, que no es el caso.
   La vulcana “es una vida tan disciplinada” –fin de la cita a Amanda– que no podés, ni con 7 años, llorar por la pérdida de alguien que te acompañó toda tu vida, por mucho que comprendas que la suya no fue inútil (por un lado, viene de salvar la tuya; por otro lado, nadie que haya sido así de querido pudo haber tenido una existencia inútil).
   Siendo humano, en todo o en parte, si no llorás en esa situación no llorás en ninguna, o casi. Por lo tanto, la prueba de serenidad lógica que le tomaron al niño Spock es de las más difíciles (sólo superable por alguna donde en vez de su mascota muriera uno de sus padres y por otra donde murieran ambos). Se entendió el punto, Selek; ahora dejalo llorar, que tiene 7 años y todavía no hizo su elección filosófica (la hará a continuación).
   El niño Spock se llevó imperturbabilidad a marzo porque fue racional accionando (“Libéralo. Es preferible la muerte cuando llega en paz y con dignidad”) pero fue emocional reaccionando (😭); la decisión fundada de eutanasiar a I-Chaya no le impidió llorarlo, como ya venía haciendo antes de tomarla. ¿Fue porque a los espectadores humanos nos habría resultado demasiado inquietante un personaje que a tan corta edad no llorara esa pérdida, si ya nos impresiona que no lo haga a los 37? Andá a saber.
   Después del sacrificio de I-Chaya en lugar suyo (“La decisión de mi vida fue tomada sin la intención de sacrificar la tuya, viejo amigo”), el niño Spock toma la decisión de ser vulcano, que es tomar un curso de vida. Y no cualquiera, sino uno que desemboca en el Spock adulto que tiene enfrente, que le enseñó el golpe vulcano en la nuca, que se despide para siempre y que regresa a su presente, 30 años posterior:


2.3

   Que un hecho remoto sea anulado «sin invalidar el presente» es la fórmula general de un cambio insignificante. En la cita de “La otra muerte”, ningún cambio lo es; en “Yesteryear”, lo es hasta la muerte de una mascota, la “pequeña cosa” que “fue cambiada esta vez” –reporta Spock– y que “no significa mucho en el curso del tiempo” –desestima Kirk.
   Spock le contesta que “es demasiado... para algunos”, por no decir “para mí”, que está más cerca de derramar lágrimas.
   Hizo el mismo corte, aunque un poco más breve, que en “murió... una mascota”. Son cortes, atípicos en su oralidad, producidos por emociones asordinadas. Las dos frases dejan indeterminados los términos de un vínculo personal, de una autobiografía reprimida: quién murió y para quién es demasiado.
   Para Spock (¡Piedra libre detrás de “algunos”!) puede significar demasiado la muerte de I-Chaya (¡Piedra libre detrás de “una mascota”!), pero para “el curso del tiempo” no significa nada. La propia restauración que consigue el viajero prueba que esa demasía es insuficiente para invalidar su presente, que encontró tal cual lo dejó cuando partió hacia el pasado de Orión.
   Esa insuficiencia es insignificancia. Podemos ver lo mismo comparando las «dos historias universales» que causó la ausencia de Selek/Spock en el pasado de Vulcano durante el repaso de los historiadores. La primera historia es la consecuencia de ese faltazo y la segunda es su revocación:
       Muere el niño Spock, lo que ya es cambiar mucho, y 30 años después sus colegas de siempre no lo conocen y su puesto en el Enterprise lo ocupa un andoriano.
       Muere el “gordo y viejo” I-Chaya, lo que ya es cambiar mucho, y 30 años después todo está igual a como estaría si no hubiera muerto ahí, por mucho que se lo haya querido, llorado y enterrado en el patio de la casa.
   Es como si el universo le cobrara a Spock una vida a cambio de la suya. La distracción no le salió gratis, pero la pagó “mi viejo amigo” I-Chaya. Esta vez Spock viajó para corregir esa distracción; ¿la vez anterior por qué viajó? Descartado el loop, no lo sabemos; pero sea como fuere, debe ser un buen material para una precuela (por una alta probabilidad de serlo y por un deber narrativo, un mandamiento: No preferirás un porqué que no dé para una precuela).

2.4

   Spock, que nació mitad humano y mitad humanoide, es un híbrido que se hizo vulcano aumentando la parte elegida a costa de la otra, con tiempo y disciplina. Dio con la aleación adecuada para ser uno de ellos, se integró, y entonces entendió que tienen el mismo conflicto (porque tienen emociones) pero ya resuelto (porque las controlan y no se dejan dominar por ellas).
   Y al aprender su historia, supo que también hicieron una transición hasta ser como son, sin dejar de ser del todo como eran (un fósil viviente de su pasado guerrero es nada menos que su rito de iniciación en ser como son, su “prueba de madurez”). Para una “raza” (race, en el guion; ¿subespecie, en la taxonomía de la biología actual?), llegar a desarrollar la serenidad que ofrece la lógica es alcanzar un nuevo nivel civilizatorio, que la 'raza humana' no alcanzó.
   Como se ve, el individuo Spock pasó por los cambios de “filosofía” por los que pasó su “raza”. La 'ontogenia filosófica' recapitula la 'filogenia filosófica', diría la sangre del Homero intelectual, matado por el Homero serio, que amenaza con hacerle lo mismo al Homero divertido que tiene encerrado (episodio 367, temporada 17). (El conflicto serio/divertido es desconocido –o también ya fue resuelto– por los vulcanos, que “no gastan bromas”.)

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