Entusiasmos XVII (Desvíos)



VIDRIERA EN PREPARACIÓN

Si ves esta advertencia, es que el ensayo aún está en construcción. Yo esperaría a que no esté este cartel.



1. Zambullida y pequeña turbulencia

   Hoy es el día de la revisita anual al epígrafe de Zambullidas. Kafka metaforiza a «el hombre» como «una ciénaga infinita» y a sus ataques de entusiasmo como la zambullida de una rana en la ciénaga y la turbulencia que causa, que es proporcionalmente pequeña y, por lo tanto, dura poco. Lo que la zambullida tiene de excepcional e intensa –representa un ataque– lo tiene de breve la «pequeña turbulencia» que produce.
   En el breve epígrafe hay una brevedad de la que recién este año me percato. La rana se zambulle, produce una pequeña turbulencia y desaparece... de la escena, no del mundo. Ocurre el clavado y permanecemos mirando la ciénaga menos tiempo que el que tarda en reaparecer la rana; de hecho, ni bien desaparece dejamos de mirar (me la imagino emergiendo, no viendo las cámaras y preguntándose “¿A dónde se fueron todos?”). Es dato, no queja. El narrador tiene derecho a poner el foco en la zambullida y no en la zambullista.
   Si el relato termina cuando la rana desaparece bajo el agua, la turbulencia iniciada no ha terminado y el narrador no puede saber si es «pequeña», mediana o grande (por muy verosímil que nos parezca esa pequeñez en la infinitud de la ciénaga). Mejor dicho: no puede saberlo si es un narrador que simula relatar en vivo el análogo que visualiza de un ataque de entusiasmo («parece como si [...] se viera a una rana que...»). Pero bien puede saber que la turbulencia es pequeña si es un narrador que simula evocar o recrear ese análogo, y que entonces puede poner en el penúltimo paso una magnitud que recién podría empezar a conocer después del último.
   Por breve que se la quiera mostrar a la turbulencia, la zambullida tuvo que haber sido más breve. Al menos, en un mundo con nuestra física, donde sólo contingentemente un efecto puede durar lo mismo que su causa (como les pasa a los signos que trazamos con un dedo en la superficie del agua). Pero en un mundo donde, por reglamento, los efectos durasen tanto como las acciones que los producen, turbulencia y zambullida necesariamente durarían lo mismo. De un mundo así vimos cómo un ladrillo permanece en la pared el tiempo que llevó colocarlo (y en la existencia, el tiempo que llevó hacerlo).

   En lugar de ponerse a imaginar mundos con otras físicas, los primeros filósofos –los presocráticos– se pusieron a pensar qué física tiene nuestro mundo; por ejemplo, si está hecho fundamentalmente
    de agua (Tales de Mileto),
    de ápeiron (Anaximandro),
    de aire (Anaxímenes),
    de números (Pitágoras),
    de aire, fuego, agua y tierra (Empédocles),*

    Quiso el azar que la rana se colase en un video donde Ana Minecan explicaba cómo se compone la materia según Empédocles:

    Ana Minecan, “Empédocles y los 4 elementos” (12:54 a 14:44)


    de homeomerías (Anaxágoras),
    o de átomos (Leucipo y Demócrito).
   En sus más de treinta Diálogos, Platón (427 a.C. ~ 347 a.C.) menciona a todos los presocráticos excepto a Demócrito, al que «odió de tal forma que quiso que se quemasen todos sus libros», según nos chusmea Diógenes Laercio (siglo III d.C.).
   Epicuro (341 a.C. ~ 271 a.C.) abrazó el atomismo que Platón había querido abrasar y le introdujo la aleatoriedad de un evento crucial, un episodio con consecuencias y sin causas, una causa incausada. Dos siglos después, el epicúreo romano Lucrecio tradujo como clinamen el nombre griego de ese evento.
   ¿Y todo eso qué importa en este cumpleaños? Quiso el azar que me topara con un homónimo de la «pequeña turbulencia» en un video sobre la física de Epicuro, y con el mismo dibujo de una zambullida en un video sobre la ética de Epicuro (dos programas de radio con imagen fija subidos a Youtube, en realidad).


2. Pequeña turbulencia y física epicúrea

2.1 Clinamen

   En el primer video, el tertuliano Bruno presenta en un programa de Valencia Radio “un libro maldito”: De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas), el largo poema “didáctico” y “científico” en el que Lucrecio expone esa física, esa ética y la conexión entre ambas. De este video hice dos recortes: el 2 para la conexión entre ambas, que veremos en la sección 3, y el 1 para esa física, que estamos por ver acá:


Recorte 1 de un video de Trabalibros (de 3:36 a 6:10)

   A falta de un físico de mecánica de fluidos en la sala, estrené ChatGPT 5 trasladándole como pregunta la insinuación de Bruno en el final del recorte, con la misma atribución errónea a Demócrito. Como es, en parte, un desvío del tema del ensayo, pongo su respuesta debajo de la alfombra.



   Hablemos de la parte que no se desvía del tema, que en un buen ejercicio argumental de contraste con la otra quedó bien definida y caracterizada por ChatGPT 5.

   Esa performance le alcanza para postularse como un precursor de la futura automatización del conocimiento científico, algo parecido a una máquina de pensar como la analizada por Borges, pero que sí funciona y es capaz de más de 1 razonamiento, incluso complejo y riguroso. Otra posibilidad es que todo eso lo aperente y esas apariencias nos engañen cada vez mejor.
   Tal vez no importe tanto si ya podemos llamar razonamiento a lo que hace la IA o todavía no. Tal vez importe más si podemos o no distinguirlo de lo que hace un humano, porque de eso dependerá cómo nos paremos ante ella, cómo interactuemos con ella. ChatGPT es un Zelig cada vez más eficiente, tanto en sus obras como en su "personalidad" (que justamente la versión 5 vino a dañar, según contó mucha gente que le había puesto nombre y lo tenía de confidente, consejero, amigo o compañía).

   Lucrecio (siglo I a.C.) tradujo con la palabra latina clīnāmen la griega παρέγκλισις (parénklisis), que es la desviación de la trayectoria de la caída de un átomo por el vacío, que impredeciblemente pasa de recta a oblicua: se inclina. Bruno (siglos XX y XXI d.C.) le atribuye la “pequeña turbulencia” del clinamen a Demócrito (siglos V y IV a.C.). Diógenes de Enoanda (siglo II d.C.) se la niega a Demócrito y se la atribuye a Epicuro (siglos IV y III a.C.), según el fragmento 54 de las enseñanzas epicúreas que hizo grabar en un muro de unos 80 metros de largo:
«...en realidad hay un movimiento libre en los átomos, que Demócrito no pudo descubrir, pero que Epicuro sacó a la luz; un movimiento desviado, como lo demuestra a partir de los fenómenos.»
   El clinamen tiene la forma de «una pequeña turbulencia» kafkiana, aunque no tenga su 'razón de ser' / 'función'. Ese dibujo común es lo que importa en este cumpleaños; por eso, dejo para otro ensayo la demostración mencionada por Diógenes de Enoanda y otros argumentos sobre ese «movimiento desviado». Porque aunque no importen acá, estos razonamientos sí le importan a la red de ensayos, la cumpleañera Zambullidas, donde otros nodos ya hablan de esos temas metodológicos / epistemológicos (como acá, acá o acá).

2.2 Pequeña turbulencia y clinamen

   La pequeña turbulencia de Kafka es una consecuencia insignificante de la zambullida de la rana en la ciénaga infinita. En cambio, esa “especie de pequeña turbulencia” que es el clinamen *
No es un amor correspondido: toda turbulencia es un desvío, pero no todo desvío es una turbulencia. Pero sin este desvío de la recta nominación, una homonimia no nos habría traído hasta acá / no se habría colado en este cumpleaños.
es tan significativa que hace posible que los átomos se agrupen entre sí y formen estructuras, cuerpos compuestos, o sea, las cosas mismas, ranas y ciénagas incluidas.
   La «pequeña desviación» de un átomo que viene cayendo
    por su propio peso,
      a través del vacío,
        rectilíneo y paralelo a los otros,
          y a la misma velocidad que todos,
es «espontánea e impredecible», como dice ChatGPT desde abajo de la alfombra. De ahí que sea un «movimiento libre», como dice Diógenes de Enoanda desde las ruinas de un muro. Y es libre porque no lo determina ninguna causa: ninguna ley permite prever cuándo y dónde ocurrirá esa mínima desviación random.
   El clinamen tiene características que lo mantienen inchequeable. Si esta limitación en la ponderación del postulante te molesta, bancátela. Porque sin la desviación, sostiene Lucrecio, los átomos no se habrían cruzado, ni para rechazarse ni para agruparse; caerían perpetuamente paralelos (o en todo caso recién se tocarían en el infinito (y a nadie le gusta esperar una eternidad (y menos para llegar a ser alguien o algo distinto de un átomo suelto en caída libre))).
   Volviendo a las comparaciones, las dos pequeñas turbulencias tienen en común la espontaneidad e impredecibilidad de sus movidas. La zambullida de la rana no es parte de la rutina de entrenamiento de un clavadista; metaforiza un ataque de entusiasmo, que representa lo espontáneo e impredecible mismo, lo repentino, inesperado e intenso.
   Además, el “episodio sin consecuencias” ocurre «a veces» y «en un punto no determinado de esa ciénaga», similar a como ocurre «la exigua declinación de los primeros elementos en una región indeterminada del lugar y en un tiempo no preciso», como escribe Lucrecio en los versos 292 y 293 de su poema (pág. 259 de la edición bilingüe de Editorial Las cuarenta, que se terminó de imprimir «en el año de la Peste» en la ciudad de la furia, con traducción y notas de Liliana Pégolo y equipo).
   Otra comparación vuelve a mostrar esas movidas homónimas en situaciones opuestas. Después de la “pequeña turbulencia” del clinamen, nada fue igual en el vacío infinito agujereado por infinitos átomos: el desvío terminó causando entreveros y surgieron cuerpos compuestos e infinitos mundos, como si una lluvia se hubiera metamorfoseado en un universo de universos (una metamorfosis más transcategorial que la de una oruga en una mariposa, distancia a la que además ya nos acostumbramos). En cambio, después de la «pequeña turbulencia» causada por la zambullida solitaria, todo volvió a ser igual en la ciénaga infinita.
   Pero más allá de causar o ser causada, tal vez no sean tan distintas las situaciones de una y otra turbulencia; tal vez las muy distintas sean sus escalas. A escala humana, las agrupaciones de átomos posibilitadas por el clinamen pueden y suelen durar más que la «pequeña turbulencia» producida por «una rana que se zambulle». Sin ir más lejos, rana y ciénaga son agrupaciones de átomos que prexisten y que subsisten a la turbulencia de la zambullida.
   Lo que no pueden las agrupaciones de átomos es ser eternas, como sí pueden y deben ser los átomos. Los de la rana, cuando se muera, irán a integrar otra u otras agrupaciones, que eventualmente también se desintegrarán; y lo mismo que le pasa a un ser compuesto como vos, yo o la rana, le termina pasando a cada uno de los infinitos mundos que prevé una física de infinitos átomos.

   Digresión 1. ¿Por qué una física de infinitos átomos prevé infinitos mundos? Lo responde Epicuro en su carta a Heródoto:
«...al ser infinitos ... los átomos ... con los que podría formarse ... un mundo, no quedan agotados ni con un solo mundo ni con mundos limitados, ni con cuantos son como estos ni con cuantos son diferentes a estos. La consecuencia de ello es que no hay nada que impida la infinitud de los mundos.»
   Digresión 2. Infinitos átomos se dividen en (se reparten entre) infinitos mundos; dicho así no suena más problemático que el concepto mismo de infinito. Pero su expresión aritmética, ∞ ÷ ∞, sí es algo problemático: es una operación de resultado indeterminado: debería ser 0, porque n ÷ ∞ = 0, y a la vez debería ser , porque ∞ ÷ n = ∞.

   Digresión 3. Si el conjunto infinito de mundos tuviera la memoria de Ireneo Funes y su locuacidad, nos podría contar la historia de cada átomo por las agrupaciones en las que estuvo.
   Si desistimos de personificar al conjunto de mundos posibles, todavía podemos atribuirle esa trazabilidad completa de cada átomo a una tecnología futura que hoy nos resulta inimaginable, impensable, imposible de derivar de la tecnología actual o proyectada.
   Si no nos extinguimos antes, creo que la vamos a tener. Creo que en un futuro habrá una especie de biblioteca atómica, cada uno de cuyos "libros" será la "biografía" de uno de sus átomos (o apenas una lista cronológica de las agrupaciones que integró).
   Por supuesto, no tendría esa confianza si hablara de los átomos de Leucipo, Demócrito, Epicuro y Lucrecio, que son infinitos; pero los de la Física actual son unos 1080, así que la tarea es completable con plazos y medios finitistas.

   A escala de este reciclaje cósmico, la vida de Matusalén en el planeta fue apenas menos limitada y efímera que ese rastro de rana en la ciénaga infinita. Dime a qué llamas longevo y te diré a qué escala estás.


3. Zambullida y ética epicúrea

   La zambullida (acción) y la pequeña turbulencia (efecto) son las fases Alfa y Omega de una interacción ra­na~ciénaga (la primera es «pequeña», la segunda es «infinita»: desde Goliat y Jehová que no interactuaban potencias tan dispares).
   La física y la ética epicúreas están conectadas de otra manera, pero aspiran a estarlo con esa intensidad. La idea es que el conocimiento de cómo es la cosa elimina los obstáculos en el camino a la felicidad, a saber: el miedo a (el poder apenas aplacable de) los dioses y el miedo a (el poder implacable de) la muerte.
   Parecen los dos primeros puestos de un ranking de miedos a una enorme indefensión. El primer poderío puede arruinarte la experiencia de vivir siendo sintiente y consciente; el segundo te la termina. El saber es existencialmente terapéutico porque es liberador: logra “disipar temores y tinieblas”, lo que redunda en tu salud. En otro momento del programa de Valencia Radio, Bruno lo dice así:
“El conocimiento científico y racional de la realidad libera al hombre; influye tanto en su bienestar físico como emocional, y le permite gozar tanto de placeres corporales como de placeres del alma, y también evita dolor.”
   Este segundo recorte del primer video, en el que Bruno se explaya sobre la conexión entre la física y la ética epicúreas, empieza con Lucrecio recibiendo el mejor elogio que se le puede hacer a (la obra de) alguien que escribe ideas:


Recorte 2 de un video de Trabalibros (de 11:14 a 13:11)

   Con la zambullida de la rana, Kafka metaforiza un ataque de entusiasmo. En Zambullidas, la escritura de cada ensayo (a la que nada mejor le puede pasar que aunar “poderío intelectual...”) la metaforizo con esa metáfora de un ataque de entusiasmo (“...y pasión”).
   El dibujo que hace el ataque de entusiasmo del epígrafe de Kafka es igual al que hace, en el segundo video, el placer epicúreo según Gustavo Santiago:


Carta a Meneceo + El innombrable (Darío Sztajnszrajber)

   Lo que Gustavo Santiago dice que Epicuro dice sobre el placer, el formalista ruso Viktor Shklovski lo dice sobre el arte. Por ejemplo:
       al igual que el arte, “si el placer –“que está en la diferencia”– se vuelve algo estable, desaparece como placer”;
       al igual que el arte, “cuando el placer se transforma en un estado, pasa a ser la situación habitual [automatización], y necesitamos algo que rompa ese estado para provocar un nuevo pico [desautomatización]”.
   De yapa, la “situación habitual” se parece a la trayectoria recta de los átomos que caen y a la quietud infinita de la ciénaga, mientras que “un pico” se parece al desvío de esa trayectoria y a la zambullida y su pequeña turbulencia, que interrumpen brevemente esa quietud (como cuando le ponés plata a una estatua viviente).

   Habitamos la frugalidad, visitamos los placeres. Eso significa que, cuando la visita termina –una vez agotada la novedad–, volvemos a la frugalidad como la lisitud vuelve a la ciénaga infinita después de la pequeña turbulencia producida por “un pico que, como tal, se desvaneció”.


   “La duración de 1 minuto a veces depende de qué lado de la puerta del baño estés”, anoté que dijo Cabito por TV el 6 de julio de 2010. Cualquiera que haya superado un momento así confirmará que un alivio puede ser intenso y placentero. Pero aun si todo alivio fuese un placer, de ahí no se seguiría que todo placer es un alivio –lo sea o no.
   El alivio es el placer de sacarte un peso de encima, de liberarte; el alivio es épico: evitás una catástrofe justo a tiempo, desactivás una amenaza en el límite, como se desactivan bombas de tiempo en las películas. Pero normalmente cuando hablamos de placer hablamos de otra cosa. Hablamos de algo a lo que deseamos llegar para gozar, no de algo de lo que deseamos salir para no sufrir. Un alivio es un regreso a la ausencia de dolor y de turbación. Es a esta ausencia bifronte a lo que Epicuro llama "placer", según le escribe a Meneceo:
«Cuando decimos que el placer es la única finalidad ... nos referimos ... al hecho de no sentir dolor en el cuerpo ni turbación en el alma.»
   Esta cita y la siguiente, de la misma carta, se aclaran hasta lo tautológico si les reemplazamos "placer" por "ausencia de dolor y de turbación" (o incluso por "alivio", que es una vía a esa ausencia):
«...el placer lo necesitamos cuando su ausencia nos causa dolor; pero cuando no experimentamos dolor, tampoco sentimos necesidad de placer.»
   Si el placer epicúreo es la ausencia de dolor y turbación, «su ausencia» –que es la ausencia de una ausencia– es la presencia de dolor y turbación (más que su «causa»). Y cuando hay ausencia de dolor, no sentimos necesidad de ausencia de dolor (como con cualquier otro objeto de necesidad o deseo: sólo hace falta lo que falta, sólo se desea algo que no se tiene o que se tiene sin saber).
   La ataraxia epicúrea se parece a la ciénaga sólo brevemente perturbable, en «ocasión de trances emocionales» parecidos a los ataques de entusiasmo que metaforizan las zambullidas; escribe Epicuro en las Sentencias vaticanas:
«En efecto, la imperturbabilidad y la despreocupación son gozos sedantes, pero la alegría y la satisfacción se ve que entran en actividad con ocasión de trances emocionales.»
   Por un lado, la precisión con que son definidas «la imperturbabilidad y la despreocupación» contrasta con la distancia de testigo («se ve») con que Epicuro presenta «la alegría y la satisfacción», que no son elegidas y dirigidas por la razón y el buen juicio, sino que «entran en actividad», tan espontáneas como el clinamen. Por otro lado, lo emocional de esos trances que las hacen entrar en actividad contrasta con lo racional de esos gozos sedantes, logrados con un buen criterio de selección de bienes y males, un cálculo certero de conveniencia; volvemos a la “Carta a Meneceo”, con dos citas:
«Cada placer, por su propia naturaleza, es un bien, pero no hay que elegirlos todos. De modo similar, todo dolor es un mal, pero no siempre hay que rehuir del dolor. Según las ganancias y los perjuicios hay que juzgar sobre el placer y el dolor, porque algunas veces el bien se torna en mal, y otras veces el mal es un bien.»

«...nos hace la vida agradable ... el juicio certero que examina las causas de cada acto de elección y aversión y sabe guiar nuestras opiniones lejos de aquellas que llenan el alma de inquietud.»
   La sentencia vaticana 33 deja claro el criterio general para alcanzar la felicidad haciendo esas elecciones:
«El grito del cuerpo es este: no tener hambre, no tener sed, no tener frío. Pues quien consiga eso y confíe que lo obtendrá competiría incluso con Zeus en cuestión de felicidad.»

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