Tótem



1.  Tesis

Con una disposición vertical coronada por un pájaro, no es improbable imaginar que esto que dibujé en el último año del secundario es (o simula ser) un tótem:


El sentido de la composición depende de que le encontremos un orden o un patrón al tótem. Por ejemplo, reemplacemos las figuras por lo que podrían decir sin irse de tema:

–Yo vuelo.
–Yo salto.
–Yo camino y corro en cuatro patas.
–Yo camino y corro en dos.
–Nosotras reptamos.

En el tótem, las locomociones están ordenadas, de arriba abajo, de mayor a menor distancia de la Tierra (bueno, del suelo). Visto de abajo arriba, el tótem narra un despegue.
¿El despegue de qué o quién? Depende de cómo nos representemos ese movimiento.
Puede ser el despegue de un ente que va adoptando vicisitudes o avatares siguiendo ese patrón: las dos serpientes con tamaño de lombrices serían su primera encarnación, y Juancito caminador la segunda, el cuadrúpedo velocista la tercera, el cuadrúpedo saltarín la cuarta y la alada ave la quinta (también es bípeda, pero no implume –un combo definitorio como ése la deja a sólo un rasgo de ser humana).
O puede ser el despegue de quienes lo inician, las serpientes, especie que en algún mundo posible pudo haber evolucionado en un homínido, un felino, un batracio y un pájaro (o individuos que en ese o en otro mundo posible pudieron haber experimentado esa serie de metamorfosis).
Sucesivas reencarnaciones de una identidad, eslabones de un historial evolutivo imaginario, fases de una metamorfosis: tres movimientos diferentes para la misma secuencia de pasajes.
Por supuesto, nada obliga a interpretar que esos cinco seres representan cinco momentos distintos de uno solo, que aterriza o despega; bien puede verse el tótem como un mero muestrario de locomociones típicas. Es probable que la interpretación de los cinco momentos de un solo personaje se esté apoyando en una tradición, como la que tiene entre sus hitos la solución que da Edipo del enigma alegórico con que mata y muere la Esfinge, que también se refiere a locomociones: el animal que a la mañana anda en cuatro patas, al mediodía en dos y a la noche en tres es el hombre, que gatea de chico, camina de grande y usa bastón de viejo.
Ya sean de un solo ser o de cinco, las imágenes que representan en el tótem a los representantes de esas locomociones o bien no están en movimiento (dos de las tres que son de cuerpo entero: las del pájaro y el sapo) o bien están en un movimiento distinto al que vienen a representar (caso de las serpientes, que en vez de arrastrarse cuelgan y se contorsionan). Su representación se limita a la evocación del moviente, no del movimiento que justifica su presencia en ese tótem y también, tal vez, en ese lugar del tótem.

2.  Anti  tesis

Mirando de nuevo el dibujo, las serpientes no ocupan la base del tótem como su locomoción ocupa la del aterrizaje o despegue. Es cierto que primero aparece la mirada humana y después (o con ella) las serpientes como continuación de las patillas de unos anteojos. Pero no están abajo, como la cara de hombre está debajo de la cabeza de gato, que está debajo del cuerpo de sapo, que está debajo del cuerpo de pájaro. Están a los costados y con la boca/hocico de la cara de hombre a una altura inferior.
Esta disonancia de las serpientes en la serie de locomociones descendentes no es poca cosa para no verla o para verla y dejarla pasar. Es cierto que podría ser peor: las serpientes podrían no estar tan cerca de la base como estando a la altura de los ojos y de las mejillas de la cara humana; para ir de menor a mayor, peor sería que estuvieran a la altura del gato o –peor aún– del sapo o –peor aún– del pájaro. En definitiva, cualquier otra posición media sería peor; más cerca de ser base no pueden estar, si segmentamos por mitades las ubicaciones en el tótem.
Tal vez por eso, y por un redondeo (porque en el peor de los casos podían ser el único cabo suelto de la gradación de locomociones), las serpientes fueron acomodadas en la base del tótem; vale decir: por la fuerza de una ceguera, si es que no de una vista gorda.

Ya sea que veamos ahí un ser que muta entre cinco identidades o cinco seres diferentes, en ambos casos asumimos que humano y reptil están tan separados (son tan autónomos) como esa cara y la cabeza de gato, o ésta y el cuerpo de sapo, o éste y el de pájaro (para nombrar sólo vecindades).
Pero bien podría verse, sin las anteojeras de la tesis, una cara humana con anteojos que terminan en serpientes en miniatura. Y con esa cuenta habría una locomoción menos: la serie –a la que ya de por sí le falta el nado– se quedaría sin reptar.
De hecho, puede hacerse la prueba de aislar del resto esa cara; sin la serie que enhebra la tesis, es más probable que ahí se vea un rostro con lentes surrealistas que dos tipos de individuo, uno humano y otro ofidio, coordinados al mismo nivel (en vez de uno integrando la imagen del otro).

Hay detalles que son demasiado llamativos como para ignorarlos, como hace la interpretación ofrecida. ¿Por qué esa expresión en el rostro humano? ¿Por qué esos anteojos? ¿Por qué de ellos salen las serpientes gusanescas? ¿Por qué esa boca algo animal debajo de la nariz humana? ¿Será significativo que las orejas felinas se confundan con las patas traseras del sapo?
Por supuesto, podría haber otra tesis que respondiera todas estas preguntas y ofreciera otro patrón o sentido de la composición totémica. Pero también podría no haber ninguna, y no porque esté llegando tarde la primera o la única. Tal vez en ese dibujo no se anduvo ensamblando para significar, sino para jugar con las piezas que suelen usarse para significar. Tal vez se esté jugando con nuestras expectativas –o avidez– de sentido. Tal vez nos comimos un amague.
De ser así, no siempre lo que habla dice, para decirlo con la misma lógica anti-falacia de No todo lo que brilla es oro (o en todo caso no es algo que se siga de Todo lo que es oro brilla, suponiendo que sea cierto). Para el Sócrates del Fedro, en un escrito hay –y sólo puede haber– una apariencia de sabiduría, nunca una sabiduría. Tal vez en esa composición hay una apariencia de sentido, no un sentido.

3.  Sin  tesis


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