Excepciones convergentes





          –¿En qué se parece un cuervo a un escritorio?

          El Sombrerero a Alicia, en el Capítulo VII, “Una merienda de locos”, de las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas.*
          Lewis Carroll, Los libros de Alicia, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1998; página 72. Traducción de Eduardo Stilman.

La gracia de una adivinanza es solicitar el hallazgo de una conexión inesperada (por semejanza: ¿En qué se parecen...?). Como una adivinanza, algunos ensayos consisten en una conexión que aspira a ser tan rigurosa como novedosa (aunque tampoco falta el ensayo que ponga en cuestión esa práctica). Por ejemplo, uno podría plantear la adivinanza de en qué se parecen el nombre de mujer “Nieves”, una guardia de hospital y un teléfono con apenas un dígito de diferencia con el teléfono de una farmacia.

1.

Empecemos por el último caso, primero con la perspectiva de quien tiene ese número casi idéntico y luego con la de quienes lo marcan por error.

Hay que tener mala suerte para que tu número de teléfono coincida hasta el penúltimo dígito con el de un comercio (y peor si en el teclado los únicos dígitos diferentes son vecinos o están cerca, como el 0 y el 9). No es alta la probabilidad de que pase eso; son excepcionales los casos oídos y la enorme mayoría de la gente nunca sufrió algo así. Coincidencias casi totales puede haber muchas, incluso; pero muy pocas reciben el caudal de llamados de un delivery de farmacia, por ejemplo (o de una remisería, como le pasa al mago René Lavand en Tandil, según se ve en varios pasajes del documental “El gran simulador”, de Néstor Frenkel).

El notable aumento de la frecuencia hace visible la alta coincidencia, por baja que haya sido la probabilidad de que se diera. Es decir: contra toda probabilidad, nuestro número vino justo a coincidir con el de una farmacia, y no con el de un particular (que incluso sin ser un solitario recibiría muchísimas menos llamadas, y las equivocadas estarían mucho más separadas en el tiempo, tal vez hasta volver indetectable la recurrencia). Visto desde el otro ángulo, si el número de una farmacia va a coincidir así con otro, lo más probable es que sea con el de un particular, no con el de otro negocio; lo improbable es que coincida con el de tal o cual particular (las coincidencias no tienen preferencias).

Normalmente, uno no se equivoca cuando llama a una farmacia para hacer algún pedido. Y si se equivoca, es algo aislado, excepcional, que sucede una vez sola o una vez cada tanto. (Y como uno, los cientos, miles o millones que estén en la guía telefónica de la ciudad o del barrio donde vivimos.) Pero las excepciones de varios pueden converger –sin que se hayan coordinado– en un mismo número “equivocado”, cuyo usuario atiende no menos de uno de esos llamados por día.

2.

También una guardia de hospital es un sitio al que convergen casos excepcionales. ¿Quién recibió un corchazo en un ojo en Navidad o Año Nuevo o conoce a alguien que lo haya recibido o a alguien que conozca a uno que lo haya recibido?
Al tercer grupo pertenecen los familiares, amigos y conocidos de los que pertenecen al segundo grupo, entre quienes están –además de los familiares, amigos y conocidos de los accidentados– los médicos de una guardia la noche de Navidad o de Año Nuevo, cuando miles o millones están a la vez descorchando botellas rodeados de gente. (Fueron necesarios tantos para que ocurrieran tan pocos casos del primer grupo; o también: para que la probabilidad se hiciera visible, para que superase –aunque fuese por poco o lo mínimo– el umbral encima del cual la detectamos porque armamos una serie.)

3.

Para los ocurrentes de turno (todos adicional y necesariamente convencidos de su originalidad), otro punto de encuentro involuntario son mujeres con nombres como “Nieves”, “Luz”, “Paz”, “Flor”, “Cielo”, “Luna”, etc.
Con simpatía profesional, la modelo que posa junto al auto responde al mismo chiste baboso fingiendo cada vez la misma sorpresa pudorosa:

Los Simpsons, “Don Barredora” (T4E9).


No hay comentarios