Las direcciones del tiempo



1. Introducción: las direcciones del tiempo

Algo común a todas las figuraciones que nos hacemos del tiempo es que es un flujo, una corriente: “El tiempo pasa”. (Y gracias a eso –o por culpa suya–, “Todo pasa”.) La pregunta es en qué dirección.
Pero una pregunta previa es cómo definimos la dirección, de qué a qué decimos que se mueve el tiempo. Borges, por ejemplo, en “Historia de la eternidad” ve igual de «ilógica» la «creencia común» de que fluye del pasado al futuro y «la contraria», que dice que discurre del futuro al pasado (la idea escolástica «del tiempo como fluencia de lo potencial en lo actual» «es afín» a la idea de los versos de Unamuno: “Nocturno el río de las horas fluye / desde su manantial que es el mañana / eterno...”).
Puede que no sean creencias contrarias sobre un mismo tema, el tiempo. Me parece que la «creencia común» habla de un navegante que VA hacia algún destino, sí o sí futuro, mientras que Unamuno habla del «río de las horas» navegado, que VIENE de un futuro, tiempo de «lo potencial».
Si hablaran de lo mismo serían direcciones excluyentes: hablarían de un navegante (o de un río de horas) que va o que viene. Pero como hablan de cosas distintas, ese ir y ese venir no se contradicen; sólo contrastan.
Si hablaran de lo mismo, con el principio de tercero excluido la lógica le prohibiría al tiempo no elegir una de las dos opciones y con el principio de no contradicción le prohibiría elegir las dos. Ni ninguna ni ambas: una. Si te movés en un riel,

no podés ni ir ni venir
+
no podés ir y venir (a la vez)
=
tenés que ir o venir.
Contradictorios serían si fueran las dos direcciones que toma, a la vez y en el mismo sentido, el navegante (o el río de horas). Pero la cruza de la «creencia común» y los versos de Unamuno (o las ideas escolásticas) sólo dejaría afirmar que navegamos río arriba.
En vez de pasado-futuro, en este ensayo los extremos del viaje serán 2 estados (estado de menor entropía-estado de mayor entropía) y 6 ubicaciones (izquierda-derecha, adelante-atrás, arriba-abajo). O sea, 8 cambios –1 irreversible y 7 reversibles– de eso cuyo devenir o permanencia significamos en español con el verbo estar.

2. El tiempo físico: la flecha del tiempo


Si dejo caer una copa de vino al suelo y observo cómo se hace añicos, estoy contemplando un caso de aumento de entropía. La rotura de la copa es uno de los procesos irreversibles que rige la flecha del tiempo de la termodinámica. Señalo, de paso, que éste es un caso en el que la definición de la entropía que se basa en la noción de desorden resulta más útil que la que lo hace en la noción de desequilibrio. Al romperse la copa, un estado de desorden sustituye al de orden.

Richard Morris, Las flechas del tiempo, Salvat, Barcelona, 1987; página 122.


Comienzo del epígrafe de "Azar y sentido", parte 3


Si ninguna fuerza la contrarresta, la gravedad decide la dirección de un flujo de agua, como el de un río o el de un acueducto (para no hablar de grados más altos, como los 90 de una cascada). En cambio, a la flecha del tiempo la decide la segunda ley de la termodinámica: siempre se pasa de un estado menos aleatorio a otro más aleatorio (o sea, de un estado de menor a uno de mayor entropía); nunca al revés: es sentido único porque es irreversible.

3. Las representaciones del tiempo: cambios de ubicación

Además de un cambio de estado, el flujo del tiempo puede definirse en términos de un cambio de ubicación. Y a diferencia del tiempo físico, nuestras representaciones del tiempo y su movimiento tienen más de 1 dirección; de hecho, las tienen todas. El tiempo se mueve en todas las direcciones opuestas posibles (o sea, en todas las direcciones) cuando lo graficamos montándolo sobre los 3 carriles de nuestro espacio 3D: adelante-atrás, izquierda-derecha, arriba-abajo y 3 veces viceversa. Hay, entonces, 6 sentidos en el menú de los que una cultura puede atribuirle al flujo del tiempo cuando lo espacializa (vale decir: cuando lo presenta como cambios de ubicación; los cambios de estado no suponen una espacialización del tiempo).
En un espacio tetradimensional, una cuarta línea perpendicular daría 2 sentidos nuevos: 8 en total; y otros 2 en un espacio pentadimensional: 10; y, en general, 2 × n sentidos en un espacio n-dimensional, que es un espacio con n perpendiculares entre sí, que son n carriles bidireccionales donde una cultura puede poner a fluir el tiempo.

3.1 Izquierda y derecha

Empiezo por las 2 direcciones laterales. Elegimos una según en qué dirección se lea una línea en nuestra cultura: si leemos de izquierda a derecha, como en la cultura occidental, pondremos el futuro a la derecha; si leemos de derecha a izquierda, como en la cultura árabe, lo pondremos a la izquierda. Dime cómo rastrillas leyendo y te diré cómo lateralizas el tiempo.
Leyendo o "leyendo". El barrido que defina la lateralización del tiempo será de alguna otra cosa si no es de palabras escritas porque la lengua es sólo oral. Si una cultura que no tiene escritura ubica a la izquierda el futuro, por ejemplo, será porque habrá en ella otro barrido significativo que se hace con esa dirección. Es una hipótesis (y puede que simplista). Además, aun cuando se la demuestre para tal o cual caso, todavía restaría repetir ese éxito con las demás culturas ágrafas.

3.2 Adelante y atrás

Pero el sentido en que escaneamos no decide también cuál de las 2 direcciones longitudinales elegimos, si con el futuro adelante o con el futuro atrás. Lo que decide acá –arriesgo– es si montamos el tiempo sobre rieles de conocimiento o sobre rieles de deseo o voluntad. Saber o querer: that is the question.

Por ejemplo, para la cultura aymara no sabemos (no vemos) lo que está detrás y no sabemos el futuro: por lo tanto, el futuro está detrás; sabemos (vemos) lo que está delante y sabemos el pasado: por lo tanto, el pasado está delante. Nos movemos hacia el futuro, pero de espaldas, mirando (conociendo) el pasado que tenemos delante y de cuyos hitos nos vamos alejando permanentemente. Para mi cultura, en cambio, nos movemos hacia el futuro de frente, dejando a nuestras espaldas el pasado.
Estas metáforas del tiempo vienen a ser como los asientos de algunos colectivos (en Buenos Aires, al menos): están los que miran el venir de las cosas y los que miran el irse. La segunda situación, y no la primera, metaforiza no sólo el movimiento del tiempo, sino sus implicaciones gnoseológicas: el desconocimiento del futuro y el conocimiento del pasado, como le pasa al que viaja en uno de esos asientos que miran para atrás.
Lo que importa ya no es lo que ignoramos o conocemos, sino lo que podemos esperar (viene) o buscar (vamos) y lo que no (ya sea porque llegó o lo alcanzamos o porque pasó la oportunidad para). En un caso, el futuro es el tiempo de lo desconocido por conocer; en el otro, el tiempo de lo deseado o perseguido: metas, objetivos, propósitos, fines, etc. (todas cosas que conviene tener a la vista si vamos a probar puntería o a avanzar hacia ellas). En un caso se flota a la deriva, se sigue la corriente, que corre de lo desconocido a lo conocido, y se registran las novedades que va deparando el viaje; en el otro se navega hacia un destino y se agendan intenciones. En un caso somos recolectores; en el otro, agricultores (planeamos) o cazadores (perseguimos).

3.3 Arriba y abajo

Las últimas direcciones del elenco 3D son las 2 verticales. Las introduzco con 2 ejemplos de sendas clases de asombro. Un asombro por acción es, por ejemplo, asombrarse de que en otra cultura se ponga al futuro atrás en vez de adelante o a la izquierda en vez de a la derecha (o al revés, para completar los ejemplos). Un asombro por omisión es asombrarse porque te cae la ficha de que arriba o abajo no son posiciones donde las culturas suelan poner el futuro.
Es un eje poco o nada usado para representar al tiempo fluyendo. O al menos para hacerlo espontáneamente, por propia iniciativa. Porque si me preguntás te puedo decir si para mí el tiempo va para arriba o para abajo, pero si me dejás elegir te voy a decir, por ejemplo, que va para adelante (si estoy en medio de un espacio 3D) o para la derecha (si estoy frente a un espacio 2D, como una hoja). E incluso quienes lo ven ir para atrás o para la izquierda seguramente preferirán uno de estos dos ejes para verlo moverse, y no el de arriba-abajo.
Quizás es esta falta de hábito y práctica lo que hace que acá no haya, dentro de una misma cultura, una dirección unánime, obvia, como en los carriles lateral y longitudinal. Va de nuevo: las preferencias por un futuro elevado o por uno profundo están repartidas, cosa que no pasa con un futuro frontal o uno diestro (que más que preferidos son inadvertidamente obligatorios: saben a naturales). ¿Qué tan repartidas? Lo ignoro. Una encuesta podría aportar datos, si no fuera porque va a quedar todo en 0%:*

Jueves 1 de junio de 2017. Acaba de cerrar la encuesta. Juro que ese voto no fue mío.



Diez veces más respuestas obtuve preguntándole a un grupo de estudiantes de un traductorado de inglés; 5 pusieron el futuro arriba y 5 abajo:



Como las respuestas fueron anónimas, gráficas y por escrito, me perdí, al igual que en la encuesta de arriba, algo que aparece en las respuestas que charlando me dan amig@s y conocid@s: las deliberaciones y vacilaciones previas; la inseguridad sobre la opción elegida; la necesidad de justificarla, de contar qué criterio se usó, qué razón se tuvo, etc.
Digamos lo obvio. Las preferencias por un futuro arriba o por un futuro abajo pueden estar repartidas por igual o con alguna de las dos dominando (aunque no tanto como para generar la norma que decida la normalidad del caso, como hace la ubicación izquierda del futuro para el caso árabe de un flujo horizontal, por ejemplo). Antes de que estudios más serios nos tiren la posta (que sospecho es con el futuro arriba, al menos en nuestra cultura), avanzo un centímetro sobre esa obviedad: la paridad y 2 victorias son los 3 resultados que puede tener la pulseada entre criterios para elegir.
Los mismos u otros estudios más serios podrían inventariar todos los criterios que rivalizan en cada carril para darle una dirección al tiempo; más aún: también podrían ver patrones en los contactos semánticos que se produzcan entre los criterios. Pero como acá no somos serios, tomemos tres de esos contendientes. Con uno ponemos el futuro abajo porque así leemos (y escribimos) una superficie (una página, una hoja, etc.); el futuro de lo que vamos leyendo o escribiendo está abajo, delante de nuestro avance. Con los otros dos criterios ponemos el futuro arriba porque ahora es uno el que viaja, no su mirada, o porque abajo tiene mala fama.
Demorémonos un poco con estas dos razones para ubicar el futuro arriba (consigno otra escuchada, que no voy a incluir en esta demora: la "verticalización" de un futuro ubicado adelante da un futuro arriba, como en las Fiambalá, Catamarca, Argentina, 13-1-2010.flechas de vialidad).
La primera razón se refiere al bienestar del navegante. No sólo vemos al tiempo moviéndose; también nos vemos moviéndonos con él. Si tenemos que elegir entre elevarnos e internarnos en profundidades oceánicas o espeleológicas, probablemente elegiremos la opción que a nuestra imaginación le resulte menos claustrofóbica.
La segunda razón para la preferencia por un flujo ascendente se refiere a la fama que tiene cada posición. Es cierto que todas pueden estar connotadas, positiva o negativamente: en mi cultura, es de hábiles ser diestro y lo siniestro desasosiega (pintó Freud); si te dan la derecha te dan un OK y hacer algo por izquierda es ilegal; y es bueno ir para adelante: retroceder, jamás.
Pero me parece –pero puedo estar engañándome– que las posiciones arriba y abajo están más cargadas que las otras. Abajo es lo malo: el infierno, la oscuridad, la confusión, la desaprobación del pulgar, el castigo, la muerte... y no sigo porque es un bajón. Arriba es lo bueno: el cielo, la luz, la verdad, la aprobación del pulgar, el premio, la vida y alta llanta, todo re top.
Así como el futuro físico es más aleatorio que el pasado, el futuro anímico es –o deseamos que sea– más alto. Abundan las arengas en esa dirección:
    —¡Pum para arriba!
    —¡Arriba ese ánimo!
    🎼 "Sube por la ladera, peregrino,
    hasta la cumbre de tu elevación" ♫ (otra sobredosis hippie, pero de altura); etc.
Un motivador le diría a un desganado lo mismo que Jesús le dijo a Lázaro: "Levántate y anda". O sea: movete hacia arriba y hacia adelante. Se dan juntas dos metáforas alternativas –un despegue y un empuje– de la vitalidad que se necesita para hacer algo en vez de nada. Si te quiero instar a ser positivo, a ponerte las pilas (en definitiva, a activar las ganas y/o la voluntad), o te insto a elevarte o te insto a avanzar ("Pa' trás, ni pa' tomar impulso"), que son las dos cosas que Jesús le ordena a Lázaro (que resucita obedeciendo).
Qué destino de viaje preferir parece obvio, pero por las dudas lo digo así: puede que esas connotaciones contribuyan a que elijamos imaginar el futuro arriba. Hazte la fama y échate a subir.

3.3.1 El insumo tiempo: el futuro abajo

Que la vertical sea la corriente menos –o nada– usada para poner a fluir el tiempo no significa que no sea usada (o esté implicada) en el diseño de otras cosas. O en la manera de llamarlas: hablar de un ascensor (o elevador) es privilegiar una de las dos metas que puede tener ese subibaja en 90°, la que ubica el futuro del viaje arriba. El tiempo pasó de ser algo a definir o graficar a ser un insumo de otra cosa.
Agrego otros 2 ejemplos de orientación implícita en el diseño. Para el primero vuelve a decidir la dirección con que leemos y escribimos, que es doble: además de izquierda a derecha o de derecha a izquierda en el renglón, de arriba abajo o de abajo arriba en la página (impresa o virtual). En las culturas donde escribimos y leemos de arriba abajo, el pasado está arriba (por ahí empezamos, por ejemplo, una cronología biográfica, si no la hacemos regresiva) y el futuro –o su víspera, el presente– está abajo.
La misma distribución (es decir, la misma dirección) tiene la espacialización a lo rollo que todavía se hace en algunos libros: "como dijimos más arriba" (o "cfr. supra/infra Cap. 69"), escribe a veces el "infrascrito".
Habrá que ver si la espacialidad del libro en las pantallas podrá durar lo que la espacialidad del rollo en los libros. Mi impresión es que la metáfora marítimo-topológico-libresca (?) de "navegar" un "sitio" web pasando de "página" nace y vive en la transición generacional entre una época analógica y otra digital. Cuanto más lejos esté tu generación de esa transición y de las necesidades metafóricas (conceptualizadoras) de las generaciones que la atravesaron, menos tuya –más prescindible– te resultará esa manera de pensar un espacio tan distinto al impreso.

3.3.2 El insumo tiempo: el futuro arriba

Para el segundo ejemplo, en la otra dirección vertical, está el apilamiento que hace un blog (o un microblogging como Twitter, que no tiene páginas). Al apilar posts (o tuits) los ordenamos del más reciente al más antiguo: el futuro arriba, el pasado abajo. Imagino que es la comodidad de tener lo último a mano lo que nos hace preferir apilar; imaginate si la entrada nueva la tuvieras que ir a buscar siempre al fondo de todo.

Antes de superar el alto de la "página", la pila se recorre de arriba (futuro) abajo (pasado) –o sea, en sentido inverso al que crece. Después de superarlo, la pila se corta en dos o más secciones, que una metáfora libresca llamó "páginas" y decidió cómo recorrerlas: tal cual se las pasa al leer un libro, que en al menos dos culturas es igual a como se escribe y se lee un renglón. Salvo que estemos en una plantilla "infinite scrolling" (o en Twitter), las secciones de pila no son apiladas: son alineadas hacia la derecha (como en este blog) o hacia la izquierda (como en un blog árabe).
Entonces, al pasar de página con la barra de navegación avanzamos hacia el pasado (descendemos en la pila con "Página siguiente", aka "Entradas antiguas") o retrocedemos hacia el futuro (ascendemos en la pila con "Página anterior", aka "Entradas más recientes"). Esto vale, mínimo, para la cultura árabe y la criolla; la única diferencia es que nosotros avanzamos hacia la derecha y ellos hacia la izquierda. Pero insisto: en razón de que recorremos la pila en sentido inverso al que crece, en ambos casos avanzamos hacia el pasado (hacia abajo en la pila) y retrocedemos hacia el futuro (hacia arriba). Algo así:

· en este blog:
              

· en un blog árabe:
              

Si se combinaran la circulación vertical occidental y la horizontal árabe, habría un flujo cuyo avance (un deslizamiento hacia la izquierda) sería un avance (un ascenso) en la cronología y otro flujo cuyo retroceso lateral (hacia la derecha) sería un retroceso cronológico (un descenso en la pila). O sea, el sentido en que crece la pila y el sentido en que se la recorre serían iguales.
La misma coincidencia de sentidos habría recorriendo páginas de comentarios, si en vez a apilarse se fueran agregando abajo (como en este blog) y cada tantos se agregase una página. Avanzaríamos (descendiendo en la página y lateralizando entre páginas) en el mismo sentido en que crecen los comentarios: avanzaríamos hacia el futuro.
Pero por muy razonable que suene eso, lo cierto es que, a partir de cierta cantidad, es más práctico ubicar el comentario nuevo arriba, no abajo. En toda pila, sea de entradas o de comentarios, arriba están las noticias frescas y abajo el archivo.
Con la novedad arriba, librificar un blog requiere publicar al revés de como se va a leer: si querés hacer de cada post el capítulo de una obra, para que te queden ordenados (Capítulo I, II, III...) el mayor lo tenés que publicar primero y el menor último (como hizo Anto en su novela Más grande que El Globo).

4. Epílogo: el futuro y lo eventual

Lo reciente es lo más cercano que podemos estar del presente, de tan fugaz que es. Todo lo que hay acá (todo lo que está presente) es pasado: hay un ensayo que es el último y lo siguen debajo los otros. El futuro es eventual, nunca real: es el próximo ensayo que publique, que todavía (31-05-2017) no existe.

Cuadro de Santiago De Paoli

Como vos, yo y cualquiera, el blog morirá cuando ya no tenga más futuro: cuando ya no haya ningún ensayo pendiente sobrevolando la línea de flotación (que tiene de ancho la brecha entre la fecha actual y la del último ensayo publicado; debajo empiezan las profundidades del pasado).

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